El siniestro proyecto Noah
La base científica es de chichinabo, pero el espectáculo funciona y te acabas tragando entera la primera temporada de la serie
27 abril, 2019 00:00Hay series que llenan, pero no alimentan. Cuando acabas de tragarte entera la primera temporada, te entra una especie de vacío moral y lamentas no haberla abandonado cuando aún podías salvaguardar tu dignidad. Pero era tan divertida en su banalidad que podías verla sin usar mucho el cerebro, que a ciertas horas del día ya no está para muchos esfuerzos. Me sucedió con Stranger things y me ha vuelto a pasar con The passage, en el canal Fox. Estoy convencido de que me podría haber ahorrado los diez episodios de la primera temporada de esta serie creada por Liz Heldens a partir de unos libros muy populares de Justin Cronin, y haré lo posible por no engancharme a la segunda. Pero no puedo prometer nada porque, aunque me dé vergüenza reconocerlo, me lo he pasado pipa con la primera.
El punto de partida no puede ser más tonto: una expedición estadounidense a Bolivia localiza en una covachuela a un vampiro local de 200 años de edad, el vampiro muerde al científico al mando, el científico regresa a su país, se lanza a contaminar al que se le pone a tiro y ya está liada: se acerca el fin del mundo por un quítame allá ese mordisco. Pero el gobierno norteamericano, que siempre está a la que salta, encierra a unos cuantos chupasangres en unas instalaciones militares porque resulta que el veneno de los vampiros, convenientemente tratado, puede curar infinitas enfermedades. Todos los ensayos salen mal hasta que una perspicaz doctora descubre que para que las cosas salgan bien hace falta un paciente menor de edad, pues tiene más defensas (¿?). Entra en escena la encantadora niña Amy Bellafonte (Saniyya Sidney, formidable actriz de diez años que se roba la función para ella sola), custodiada por un agente del FBI (el inexpresivo Mark Paul Gosselaar), que tenía una hija de esa edad que murió. El que no tiene hija y la que no tiene padre establecen una complicidad absoluta mientras el agente intenta que no se carguen a la cría con sus experimentos diabólicos.
Como pueden ver, la base científica es de chichinabo o brilla por su ausencia, pero el espectáculo funciona y te acabas tragando entera la primera temporada de la serie, aunque no quieras. Sabes que es un delirio, que no se aguanta por ninguna parte, pero sigues adelante porque te lo pasas estupendamente con la niña mágica, el pasmarote de su protector y los vampiros que --un poco más de ciencia-- se comunican mentalmente entre ellos y se cuelan en el coco de sus víctimas. Cantaba Cyndi Lauper: girls just wanna have fun. Pues bueno, he comprobado que los hombres de una cierta edad también, por tonta que sea la diversión.