Fotograma promocional de la serie 'El Puente'

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Cine & Teatro

Al final del puente

El sueco Hans Rosenfeldtal, creador de la serie 'El Puente', es el escritor más brillante de todo el 'Nordic Noir' televisivo

6 octubre, 2018 00:00

En el panorama más reciente de la ficción televisiva, busco y no encuentro un comienzo más brillante y adictivo que el de El puente, una coproducción entre Suecia y Dinamarca que para mí es la joya de la corona del llamado Nordic Noir: aparece un cadáver en medio del puente que une Copenhague con Malmö; el fiambre es el de una mujer cortada por la mitad; la parte de arriba no coincide con la de abajo, así que la cifra de muertos sube a dos. Para hacerse cargo del caso, la policía sueca envía a la extrañísima inspectora Saga Norén (Sofia Helin) --pilar fundamental de las cuatro temporadas de la serie-- y la danesa, a Martin Rhode (Kim Bodnia), que se las verá y deseará para entender cómo le funciona el cerebro a su peculiar colega (que lo enviará a la cárcel al final de la segunda temporada por haber matado al asesino de su hijo: la ley por encima de todo, incluyendo la amistad, o aquello que Saga intuye que es la amistad, un concepto, como el amor, que se le escapa).

El puente ha terminado con una cuarta temporada tan buena como las tres anteriores y que, de momento, no se emite en España. Demos gracias a Amazon.co.uk por haberme enviado la edición en dvd, pues uno no estaba para esperar a que Movistar tuviese el detalle de ofrecérsela a sus suscriptores. Como en la anterior, Saga tiene un colega danés, Henrik Sabroe (Thure Lindhardt), que añade sus propios horrores a los de su colega sueca. Si Saga sobrevivió a una madre desquiciada, aquejada de ese síndrome de Münchhausen que lleva a un progenitor a dañar voluntariamente a sus hijos --nunca sabremos si su incapacidad de sentir arranca de ahí o si sufre otro síndrome, el de Asperger--, Henrik sufrió la desaparición de su mujer y sus hijas. Mientras Martin se conformaba con encajar dignamente la personalidad trastornada de Saga, que no le impide ser una poli excelente, Henrik va más allá y se enamora de ella, llegando al extremo de dejarla embarazada. Todo ello sin dejar de resolver un nuevo misterio aparentemente insoluble.

Conseguir que el espectador sienta algo por alguien que no siente nada es mérito del creador de la serie, el sueco Hans Rosenfeldt --quien también escribe, a medias con Michael Hjorth, unas novelas policíacas estupendas, protagonizadas por un tipo casi tan raro como la señorita Norén--, al que uno no duda en calificar como el escritor más brillante de todo el Nordic Noir televisivo. La convivencia en un thriller de la parte de género y lo que Graham Greene llamaba "el factor humano" no es nada fácil; cuando uno de ambos elementos se impone sobre el otro, el resultado acostumbra a ser decepcionante. En El puente coexisten ambas tendencias en perfecta armonía: no es raro que la serie haya tenido ya una versión norteamericana con el mismo título y una anglo-francesa llamada El Túnel, más fiel al espíritu original que la estadounidense, que tampoco está nada mal.

Hans Rosenfeldt es también el creador de la excelente Marcella, producción británica que ya les recomendé en su momento. Es una pena que no vaya a haber nuevas entregas de El Puente, pero estoy convencido de que el cerebro del señor Rosenfeldt no descansa y pronto nos ofrecerá otra de sus apasionantes intrigas, protagonizadas habitualmente por perturbados fascinantes. De momento, Saga Norén pasa a la historia del género policial como un personaje a la altura de Sherlock Holmes o el comisario Maigret, en su condición de versión posmoderna y majareta de los héroes de antaño. Aunque ahora que lo pienso, Holmes tampoco era un ejemplo de estabilidad mental y emocional, ¿no creen?