James Franco, autor del 'Quijote'
El director y protagonista de 'The Disaster Artist' convierte la paja en oro mediante una comedia tristísima que es a la vez un drama humorístico
17 enero, 2018 00:00El taxista cinéfilo te recibe con una sonrisa.
"Sabes que te voy a pegar un palo que lo flipas, ¿no?", te dice circunspecto. "Además, hoy es festivo. Desde que se han llevado el cine a las afueras esto está imposible".
Como la mayoría de ciudades dormitorio, la mía también expulsó sus cines hacia un suburbio muy, muy lejano. Bien es cierto que resiste una sala pequeñita en el centro que, cual irreductible gala, aguanta el asedio de los multisalas: en parte por la poción mágica de la subvención del ayuntamiento, en parte por una programación eminentemente europea y francófila.
Pero a veces, para qué vamos a engañarnos, el cuerpo le pide a uno su buena ración de cine americano y entonces toca odisea extrarradial. Si decides ir en autobús la aventura es claramente homérica: conductores de un solo ojo, algún que otro lotófago entre paradas y varias sirenas poligoneras con sus móviles cantándote desde los asientos del fondo.
Por eso, en ocasiones, para ir al cine, te pides un taxi.
Cuando le dices que vas al cine, el taxista te glosa las bondades que le brinda su profesión para poder dedicarse a su verdadera filia: "Esta semana he visto cuatro películas en el coche", te dice, señalando la tableta que lleva acoplada al salpicadero, feliz como Tarantino en un videoclub poco frecuentado. "A veces, si la peli está muy interesante, hasta me da rabia que suba un cliente".
Tras un tiempo prudencial --el taxímetro marca unos cuatro euros y medio y la noche cae sobre las naves abandonadas--, te pregunta qué vas a ver. Le dices que The Disaster Artist. "Ah. El Franco ése solo hace pelis malas. Pero de tan malas que son, a algunos les gusta. Rollo friki, ¿sabes? Serán trece euros”.
Piensas que el taxista cinéfilo está confundiendo a James con el director aragonés Jesús --Jess Franco-- y su recua de películas de serie B. Nuestro Ed Wood ultralocal. Pero te callas, sueltas la pasta y te bajas rápido.
"El franquismo ha vuelto, ¿eh?". Te dice justo antes de cerrar la puerta.
En la cola del cine le cuentas lo sucedido a tus colegas. X te dice que seguro que supones que el taxista se ha equivocado de Franco porque eres un clasista. Tú le preguntas si te llamaría condescendiente si pensaras que el taxista es infalible. X contesta que sí, claro.
¿Copia o 'remake'?
Dos horas después, sales de la película con la convicción de que tanto el taxista como tú habéis acertado el Franco. Te ha encantado. Convierte la paja en oro mediante una comedia tristísima que es a la vez un drama humorístico. James dirige la intrahistoria de la producción de The Room, malísima película de culto que, después de un desastroso estreno, sigue proyectándose en sesiones nocturnas y festivas en algunos cines de Hollywood.
The Disaster Artist --ganadora de la última Concha de San Sebastián y del Globo de Oro al mejor actor de comedia-- es una suerte de making off vital de cómo pudo llegar a realizarse la mejor de las peores películas de la historia. Se demora en el desastroso rodaje de la producción y en los enigmas que oculta su guionista, director y actor principal, el inefable Tommy Wiseau.
Al final de la proyección, durante los títulos de crédito, la pantalla se parte en dos y proyecta en simultáneo algunas escenas de The Room junto a otras de The Disaster Artist.
No es que las toman se parezcan. Es que son idénticas. El efecto es mágico y perturbador.
En un conocido cuento de Borges, el escritor francés Pierre Menard escribe palabra por palabra un fragmento del Quijote de Cervantes. Menard no copia punto por punto el Quijote de Cervantes, pero, por lo que leemos, le sale exactamente igual. Borges reflexiona que pese a ser idénticos, el fragmento de Menard es objetivamente mejor.
Esa manía de copista la han repetido diversos autores, pienso en el remake de Gus Van Sant de Psicosis, en la serie Feud o las últimas películas de la franquicia Star Wars. ¿Hasta dónde llegará la industria del cine? ¿Llegará el momento en que no quedará película sin remake u homenaje? ¿Es James Franco un Javier Cárdenas a lo divino? ¿Alguien que se aprovecha de los menos capacitados para reírse y hacer negocio con ellos?
Todas estas preguntas son las que te gustaría hacerle al taxista cinéfilo. Seguramente te contestaría que ya los hermanos Lumière, tras filmar la primera película de la historia, después de observar extasiados cómo los obreros salían de su fábrica en la pantalla, decidieron filmarla de nuevo: con algunos trabajadores más, con mejor luz, inventando así, sobre la marcha, el primer remake de la historia del cine.
Al volver a casa con un taxista taciturno y adicto a las tertulias políticas, lamentas no haberte fijado en el número del taxista cinéfilo para poder volver a compartir trayecto, tal vez otra noche, la suerte te acompañe.