Cine & Teatro

El estrangulador de Belfast

1 abril, 2017 00:00

Curiosa serie La caza (The fall), cuyas tres (breves) temporadas pueden encontrarse en el archivo de Movistar. Las dos primeras las emitió el canal AXN, mientras que la tercera ha sido colgada directamente para los que se quedaron con ganas de ver cómo acababa la extraña relación entre un torturador y asesino de mujeres (Jamie Dornan, el Grey de las cincuenta sombras) y la policía que intenta atraparlo (Gillian Anderson, la inolvidable agente especial Scully de Expediente X). Curiosa porque, en apariencia, solo es otra vuelta de tuerca al viejo tema del asesino en serie y el poli que se obsesiona con él, pero en la práctica la cosa va mucho más allá; o, mejor dicho, toma un desvío muy especial, que hurga más en la psicología de perseguido y perseguidora que en los crímenes en sí, convirtiendo al delincuente y a la investigadora en una pareja, todo lo extraña que se quiera, pero pareja al fin, en el sentido de que cada uno de sus miembros está pendiente del otro hasta el extremo de convertirlo, prácticamente, en el motivo de su existencia.

Creada, escrita y dirigida por Allan Cubitt, La caza transcurre en Belfast, a donde llega, procedente de Londres y para echar una mano a la policía local, la inspectora en jefe Stella Gibson. Anda suelto un (aparente) psicópata llamado Paul Spector (¿oblicuo homenaje a otro majareta notorio, el gran productor discográfico Phil Spector?), un tipo que lleva una vida de lo más normal con su mujer y sus dos hijos y que, para colmo, es psicólogo de profesión y se dedica a ayudar a gente conflictiva. ¿Qué le lleva a esa doble vida de pilar de la sociedad y asesino en serie? Eso es lo que intenta averiguar la comisaria Gibson a lo largo de los diecisiete episodios de la serie, llegando (más o menos) a ciertas conclusiones en los capítulos finales.

Estamos ante una extraña muestra de arte y ensayo en el subgénero de los serial killers

Es ésta una serie que rehúye la espectacularidad y los trucos habituales de este tipo de propuestas. El entorno carece del menor glamour porque Belfast es, probablemente, una de las ciudades más feas del Reino Unido. Aunque esté rodada en color, en La caza se imponen el gris y la oscuridad, tanto en el exterior como en las mentes de sus protagonistas. El ritmo no es precisamente trepidante y hay momentos en que se tiene la tentación de abandonarla a su suerte, pero si uno persiste en el visionado, acaba obteniendo su recompensa, pues estamos ante una extraña muestra de arte y ensayo en el subgénero de los serial killers. La psicología y la preocupación por los orígenes del mal se imponen aquí a las reglas habituales del thriller, pues la policía es tan extraña, complicada y atormentada como el criminal, lo cual explica la peculiar relación que se establece entre ellos y que tanto Dornan como Anderson bordan, más con sus miradas y sus silencios que con sus comentarios explícitos.

La caza es una de las rarezas más interesantes de la reciente producción televisiva británica. No resulta de visión fácil y a ratos puede parecer morosa, pero su lógica interna se acaba imponiendo ante los ojos del espectador en busca de algo nuevo en los relatos policiales.