Retrato de Michele Marullo Tarcaniota, pintado por Sandro Botticelli hacia 1491 / WIKIPEDIA

Retrato de Michele Marullo Tarcaniota, pintado por Sandro Botticelli hacia 1491 / WIKIPEDIA

Artes

Un cuadro de Botticelli, la perla de Cambó, origen de una disputa entre el MNAC y el Prado

El político y empresario Cambó logró una importante colección de arte, con un Botticelli que osciló entre el Prado y el MNAC, con la vuelta a casa

24 mayo, 2020 00:00

Cuando el arquitecto Adolf Florensa levantaba el Edificio Cambó en la Vía Laietana de Barcelona, la ciudad vivía bajo una doble influencia: el noucentisme y la Toscana de las villas mediceas. El político y empresario, Francesc Cambó, coronó su domicilio con un jardín en el ático del edificio, en el que las dos huellas referidas están todavía muy presentes. Con los años, la Toscana se impuso a todo; la fiebre empezó en el llamado Gran Tour, admirado por Cambó y por su socio Joan Estelrich, que surcaron el Jónico en el yate del político (el Catalonia), mientras duró la Dictadura de Primo de Ribera. El itinerario había sido estrenado por los poetas románticos con destino al Golfo de Capri y al mar Egeo, después de descrestar la Alejandría de Durrell. Para la literatura colonialista de E. M. Forster o de Somerset Maugham, el origen siempre fue Italia. En buena parte de la Toscana concentró Goethe su Viaje a Italia; allí embarcaron Byron y Shelley en su último tramo hacia el Tirreno, el mar de los romanos, y allí nació Sandro Botticelli, miembro de la tercera generación cuatrocentista a la que perteneció también Lorenzo el Magnífico.

Francesc Cambó se implicó en el paisajismo italiano; especialmente por la Toscana, que fue embellecida por los jardines renacentistas que rodean la ciudad del Ponte Vechio. Y fue muy clara aquella herencia estética cuando decoró su reducido jardín urbano con los aires de las villas mediceas, como la Gamberaia, Torrigiani o La Petraia.

Tiene mucho sentido cruzar los destinos de Botticelli y del gran mecenas catalán. Cambó dijo a menudo que el Retrato de Michele Marullo Tarcaniota, pintado por Sandro Botticelli hacia 1491, era la perla de su colección. El lienzo ocupó un lugar de honor en la casa de Vía Laietana y  hoy pertenece a la colección familiar, que ha continuado la hija del político, Helena Cambó, con donaciones importantes al Museo del Prado y al Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). Este último acoge ahora el grueso del mismo legado, que cuenta con obras depositadas de artistas como Lucas Cranach el Viejo, Fragonard, Goya, Rubens y Tiépolo, entre otros.

Terraza ajardinada de la Casa Cambó, uno de los jardines urbanos más espectaculares de Barcelona / WIKIPEDIA

Terraza ajardinada de la Casa Cambó, uno de los jardines urbanos más espectaculares de Barcelona / WIKIPEDIA

La gestión de MNAC

Los Cambó reclamaron en su momento ayudas públicas para apalancar los fondos destinados a las salas del  Museo que presentarían su colección; pero no encontraron nunca una solución fácil. La limitada financiación para restaurar el Marullo de Tarconiota acabó desbordando el vaso de la confrontando larvada entre el MNAC y el Prado. A finales del siglo pasado, el singular retrato de Botticelli pudo verse en Barcelona y Madrid con motivo de una exposición monográfica dedicada a la Colección Cambó, que sirvió también para aplicar parte de la restauración pendiente. Sin embargo, en aquella etapa, El Prado puso más énfasis y más medios en la restauración, dejando atrás al museo catalán. Sin que nadie lo explicitara, los motivos políticos del desencuentro se veían a la legua: el MNAC, como museo público, contaba con el respaldo de la Generalitat, en manos de un Govern de Jordi Pujol; y el líder nacionalista miraba con recelo a la presidencia del MNAC, desempeñada entonces por Narcís Serra, ex vicepresidente del Gobierno de España, en la etapa del PSOE.

Años después, con el nombramiento de Miquel Roca en la presidencia del MNAC, apareció la solución salomónica de distribuir la Colección entre Madrid y Barcelona, primando al MNAC, por respeto a la memoria del mecenas. En su tiempo, el líder de la Lliga Regionalista fue un destacado representante del llamado “catalanismo estatalista”, es decir del catalanismo partidario de la intervención en la política española, del que Roca y el mismo Narcís Serra han sido claramente fedatarios. Dos frases de Cambó, aparecidas en el libro El último Cambó, del profesor Borja de Riquer, resumen perfectamente las principales líneas de una estrategia autonomista que hubiese encajado perfectamente en la Constitución de 1978: por un lado “hacer ver a la opinión pública catalana que sólo desde el Gobierno de España podía conseguirse y consolidarse la autonomía catalana”, y por otro, convencer a los políticos españoles de que “sin Cataluña, en España no se puede gobernar”.

La traducción de los clásicos

El helenista Raül  Garrigasait, al frente actualmente de la Fundación Bernat Metge fundada por Cambó y unida a su legado, escribe en su libro Els fundadors (Ara Llibres) la confesión que le hizo el político regionalista al escritor Josep Maria de Sagarra, en 1918: “Si algún día, yo llego a ser millonario, me gustaría fundar una editorial para difundir a los clásicos; es lo que nos hace más falta".

Pocos años más tarde, un Cambó adinerado hizo realidad su sueño al fundar la Bernat Metge una editorial catalana de clásicos griegos y latinos, amena y bilingüe para fortalecer la lengua y elevar la vida cultural del país. Proclamó su hastío por los tiempos de desorden y anarquía y hizo director de la editorial a Estelrich, que apenas acababa de cumplir los 27 años; paralelamente, el gran poeta Carles Riba, traductor de una buena parte de la colección no había cumplido los 30. Cambó, un hombre de leyes, dedicado a la creación de empresas y baqueteado por el fuego de la política daba así un ejemplo inesperado de captación de talento.

Con los sublevados

 

El político y mecenas apoyó hasta el último momento la monarquía de Alfonso XIII, como quedó claro cuando confesó por escrito la importante entrevista mantenida con el monarca en Londres, el 1 de agosto de 1930, en plena Dictablanda del general Berenguer. Él mismo ofreció todo lujo de detalles sobre aquel encuentro, en un texto inédito, escrito en 1932. Explicó que se había permitido criticar el comportamiento del monarca durante la Dictadura de Primo y censuró las actitudes anticatalanistas de Alfonso XIII. En aquel mismo documento, figuran las causas reales  que impidieron a Cambó asumir un papel relevante en el gobierno en 1930, así como sobre su actitud vacilante posterior, frente al nuevo régimen republicano. A partir de 1934, desbordado y enojado por la situación política, Cambó acentuó su conservadurismo social.

Al inicio de la Guerra Civil, prestó ayuda económica a los militares sublevados e inspiró la carta de adhesión que él y otros 129 catalanes enviaron a Franco en octubre de 1936; se hicieron célebres sus artículos en apoyo de la sublevación militar publicados en la prensa británica, francesa o Argentina  y financió una muy activa Oficina de Prensa y Propaganda en París en favor del bando nacional. Publicó la revista quincenal Occident; organizó las emisiones de Radio Veritat-Radio Verdad, que emitían desde las instalaciones de Radio Roma. Cambó fundó la eléctrica Chade en Buenos Aires y no volvió a España decepcionado por la voluntad de permanencia del general en el poder.

Su Colección de Arte acabó con la diáspora del final del XIX. Le precedió y hoy le señala como uno de los mecenas encumbrados, al estilo de la Casa de Alba, los descendientes del marqués de Salamanca o los conservadores de la colección del duque de Osuna y virrey de Nápoles.