'Carlitos y Snoopy'
Ocho clásicos del cómic: de los pioneros estadounidenses a la autobiografía en viñetas
'Letra Global' hace un repaso a las últimas reediciones de cómics que han aparecido a lo largo de este año en formatos restaurados en busca de lectores y amantes de la tradición más ilustrada
En el mercado del cómic también hay espacio para la nostalgia. La recuperación de clásicos es una parcela que proporciona gratas sorpresas. Habitualmente en ediciones muy cuidadas, con calidad restaurada y materiales adicionales. Este año han aparecido varios títulos que permiten trazar un pequeño recorrido por la historia de las viñetas con ocho paradas.
'Bringing up father', de George McManus
Bringing Up Father George McManus (Diábolo Ediciones)
En el cómic estadounidense, a los primeros balbuceos y tentativas siguió a principios del siglo XX un momento de esplendorosa y alocada creatividad que dio lugar a al menos dos obras maestras del surrealismo en viñetas: Little Nemo en Slumberland de Winsor McKay y Krazy Kat de George Herriman. La década siguiente, la de 1910, vio nacer una serie de sitcoms en papel que retrataban a familias más o menos disfuncionales. Las dos mejores, que publicaban los periódicos de William Randolph Hearst, fueron por un lado Polly and Her Pals de Cliff Sterrett -dibujante de deslumbrante vivacidad-, que contaba las andanzas de una jovencita liberada, antecesora de las flappers de la década siguiente, y sus siempre alterados progenitores. Y en segundo lugar, Bringing Up Father de George McManus. En este caso los papeles se invertían y los que copaban el protagonismo eran los padres, mientras que la hija tenía un papel más secundario. La serie de Sterrett arrancó en 1912 y la de McManus en 1913.
Llega ahora una cuidada edición con las tiras diarias en blanco y negro y las páginas dominicales en color, acompañadas de abundante material gráfico adicional y buenos ensayos introductorios. La publicación original es la de la Library of American Comics, lo cual es garantía de rigor y calidad. El volumen reúne el material de los años 1939 y 1940, con una historia larga en la que los progenitores protagonistas invitan a un viaje a la hija y su nuevo marido británico.
Las virtudes del cómic de McManus son dos: por un lado, el elegante dibujo con aire art decó, y por otro la comicidad basada en confrontaciones básicas. El padre al que hay que educar del título es Jiggs, un humilde inmigrante irlandés, trabajador de la construcción, que se ha hecho millonario fabricando ladrillos. Convertida la familia en nuevos ricos, se codean con la clase alta, pero Jiggs ama los placeres sencillos y no para de meter la pata y ponerse en evidencia. Lo cual da pie a la segunda fuente de comicidad: las trifulcas de pareja con Maggie.
McManus dibujó la tira hasta su fallecimiento en 1954. Después la heredaron otros ilustradores y siguió publicándose hasta 2000, lo cual supone un récord histórico de permanencia. En su momento de máxima popularidad, dio pie a varios musicales e incluso a cinco películas rodadas en la segunda mitad de los años cuarenta.
'Simon Kirby'
Lo mejor de Simon y Kirby. Joe Simon y Jack Kirby (Diábolo Ediciones)
En la nueva versión retrofuturista de Los cuatro fantásticos estrenada hace poco hay un fugaz homenaje a Jack Kirby, que solo los iniciados sabrán detectar: es el dibujante que en una escena mira hacia el cielo por la ventana de su estudio. Para los aficionados a los superhéroes Kirby es un maestro. Durante los años sesenta del pasado siglo fue el puntal gráfico del despegue de Marvel. Suyo es el trabajo visual que da forma a algunos de los más relevantes personajes clásicos imaginados por Stan Lee: Los cuatro fantásticos, La patrulla X, Hulk, El hombre de hierro… Solo Steve Ditko puede aspirar a ponerse a su altura, como dibujante de otra creación temprana de Lee: Spiderman.
En 1941, un par de décadas antes del nacimiento oficial de Marvel, Kirby y el guionista Joe Simon crearon para Timely Comics -la matriz de la que surgiría Marvel- El capitán América. Aunque hoy pueda sonar raro, en los cincuenta el mercado de los superhéroes fue a la baja y se cancelaron contratos. Entonces, en 1954, Simon y Kirby decidieron montar una editorial por su cuenta: Mainline. Duró poco, apenas un par de años, y aunque contrataron a algunos dibujantes y guionistas, buena parte de la producción la creaban ellos dos. Como los superhéroes no tenían tirón, hicieron cómics del oeste, de guerra, policiacos y románticos. Es el material que recopila este volumen, historias cortas que permiten sobre todo disfrutar del talento visual de Kirby: sus encuadres, su capacidad de síntesis, la expresividad que logra con cuatro trazos.
Dibujo de los inicios de Schultz con los globos de diálogo vacíos
Carlitos y Spoopy, las mejores tiras de Peanuts. Charles M. Schulz (Reservoir Books).
Charles Schulz publicó su primera tira de Peanuts (aquí Carlitos y Snoopy) en 1950 y cumplió con su compromiso diario durante casi cincuenta años, hasta unos días antes de fallecer en 2000, cuando, ya muy enfermo, se despidió de los lectores. Y despidió también a sus personajes, porque nadie iba a continuarlos. Schulz es uno de los pocos casos de dibujante de cómics con conciencia de artista que tuvo claro que con él se cerraba la obra. Otro es Hergé, que dejó un testamento en el que prohibía explícitamente que nadie retomase a su héroe. Y otro, más radical todavía, es Bill Watterson, que decidió clausurar Calvin y Hobbes mucho antes de que le llegara la edad de jubilación y, además, siempre ha prohibido la explotación de cualquier tipo de merchandising con sus creaciones, renunciando a una potencial millonada.
En cincuenta años de carrera, Schulz creó con los Peanuts un universo. Un retrato de las neurosis de la América suburbana de la posguerra. Con un protagonista, Charlie Brown, que es un loser en toda regla. Sus infantiles protagonistas hacen reflexiones propias de los adultos y viven angustias propias de los adultos. En su estela apareció más tarde Mafalda de Quino, que, con todas sus virtudes, carece de la sofisticada sutileza de Schulz. Quino maneja un humor mucho más directo y tira de unas sentencias filosofantes y admonitorias mucho más obvias. Mafalda es una niña repelente que dice verdades como templos. Charlie Brown es un niño deprimido que trata de sobrevivir pasando desapercibido.
El otro gran heredero de Schulz, mucho más cercano a su espíritu, es Watterson y su Calvin y Hobbes, con ese niño soñador que da vida a su tigre de peluche y vive con él mil aventuras. Schulz y Watterson nunca hay referencias directas a la realidad inmediata, a la política, Quino sí. Hay ecos de Schulz -y de Watterson- en la niña Enriqueta y su gato Madariaga de Liniers, el mejor autor de tiras cómicas en activo junto con el escocés Tom Gauld.
'Mumins'
Mumin. Tove Jansson y Lars Jansson (Salamandra Graphic).
Tove Jansson es un tesoro nacional finlandés. Hija de un escultor y una ilustradora, criada en un ambiente bohemio con mucha libertad, estudió pintura en Estocolmo y París, tentó una carrera como pintora y acabó siendo conocida como escritora e ilustradora. Tiene en su haber varios libros para adultos -novelas y memorias-, que está traduciendo la editorial Minúscula, pero es sobre todo conocida como autora de literatura infantil por las historias de la familia Mumin. Son una suerte de troles escandinavos de aspecto enternecedor, rechonchos, con pinta de hipopótamos de algodón de azúcar. Están acompañados por una variopinta fauna de personajes y sus andanzas, como rezaba el célebre eslogan de Tintín, son también aptas “para lectores de 7 a 77 años”.
Jansson creó a los Mumin en 1945, con La gran inundación, al que siguieron otros títulos. El éxito fue tal que, en 1950, una agencia británica, la Associated Newspapers, la contactó para proponerle que dibujara una tira cómica en inglés. Empezó a publicarla el londinese Evening News en 1953 y acabó apareciendo en muchos más periódicos y traduciéndose a veinte idiomas. Jansson la escribía en su lengua materna y su hermano Lars la traducía al inglés. Cuando la autora vio que no podía seguir asumiendo la carga de trabajo que le suponían estos cómics, le pasó el testigo a su hermano. A partir de 1958 él colaboró en los guiones y desde 1961 asumió también el dibujo, imitando el trazo de su hermana. Salamandra Graphics ha publicado cinco tomos de las tiras de Tove y ahora con el sexto inicia la etapa de Lars, que se prolongó hasta 1974.
La versión en cómic de los Mumin estaba pensada para un público más adulto, con pinceladas satíricas sobre aspectos de la vida contemporánea. Las tiras iniciales de Tove poseen su característico humor disparatado; las de Lars manejan un humor más cotidiano, que algunos han calificado de británico.
'Mortadelo y Filemón.
Los primeros doscientos casos de Mortadelo y Filemón, Francisco Ibáñez (Ediciones B).
Si viviéramos en un país normal, a Francisco Ibáñez ya le habría hecho un monumento. Al menos el ayuntamiento de Barcelona tuvo el detalle de dedicarle en 2023, tras el fallecimiento, tres semáforos cuyas siluetas de viandantes son Filemón (en rojo) y Mortadelo (en verde). Ibáñez entró en Bruguera en 1957, con veintiún años, aprovechando el vacío creado por el motín de un nutrido grupo de dibujantes que, hartos de las draconianas condiciones económicas, decidieron montar su propia revista (espóiler: la jugada no les salió muy bien).
Un año después, el recién incorporado empezó a publicar lo que se llamó inicialmente Mortadelo y Filemón, agencia de información. En sus primeras andanzas, ejercían de detectives privados (todavía no se había incorporado la T.I.A. a su universo). El rescate de estas historietas tempranas, publicadas en Pulgarcito entre 1958 y 1961, permite ver la evolución de su dibujo y también de su característico humor, mezcla de costumbrismo y disparate.
Ibáñez fue el pilar de la llamada Escuela Bruguera, entre otras cosas por su hiperproductividad. Era un estajanovista, que también creó 13 Rue del Percebe, El botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio y Rompetechos. El volumen de producción acabó pasando factura a la calidad de su trabajo, que con los años pierde fuelle y tiende a ser repetitivo.
Eso sí: atención, porque hay un número considerable de historietas de Mortadelo y Filemón apócrifas, de la época en que se peleó con Bruguera y perdió el control de sus personajes. La editorial se los pasó a otros ilustradores y llegó a formar el llamado Equipo B, que se dedicaba a imitar el estilo del creador original. De Ibáñez destaca la fluidez de su estilo caricaturesco, que lleva las distorsiones visuales y el humor de mamporros de clásicos como Tex Avery y los Looney Tuness de la Warner al contexto de la España de la chapuza.
'El eternauta'
El eternauta 1969. Oesterheld y Breccia (Reservoir Books)
El eternauta, la obra cumbre del cómic argentino clásico, se publicó por entregas en la revista Hora Cero de la editorial Frontera, entre 1957 y 1959. Centrada en una descorcentante nevada sobre Buenos Aires en pleno verano y la subsiguiente invasión alienígena, sigue siendo una joya de la ciencia ficción, pese a que leída hoy contenga unas cuantas ingenuidades.
El guionista era Héctor Germán Oesterheld, una figura muy relevante de ese periodo. Los años cincuenta fueron una época de esplendor para la industria del tebeo argentino. El mismísimo Hugo Pratt pasó esa década en Buenos Aires, donde dibujó obras primerizas, previas a Corto Maltés, como Sargento Kirk, Ticonderoga y Enrie Pike. ¿Quién era el guionista de todas ellas? Pues Oesterheld.
El dibujante del El eternauta original fue Francisco Solano López, un ilustrador no muy inventivo, con lo que la potencia de esta obra está en su guion más que en su parte gráfica. En 1969 Oesterheld decidió poner en marcha una nueva versión, más ambiciosa y politizada, de El eternauta. Entonces ya se había radicalizado hasta vincularse con los montoneros y acabaría siendo uno de los desaparecidos durante la época de la Junta Militar de Videla.
Para esta nueva versión buscó a un nuevo ilustrador: el uruguayo instalado en Argentina Alberto Breccia, un dibujante de pasmosa inventiva y audacia. Ya habían colaborado en varias obras anteriores, entre las que destaca otra cumbre del cómic argentino: Mort Cinder. La nueva versión empezó a publicarse en el semanario Gente, pero la radicalidad del dibujo de Breccia -manejo del claroscuro, ruptura con el formato clásico de viñetas- desconcertó a los lectores y la serie se clausuró de forma precipitada a los pocos meses. Frente a las más de trescientas páginas del original, esta nueva versión tiene poco más de cincuenta. Ahora Reservoir Books publica por primera vez en España la edición restaurada de El eternauta 1969.
'Paracuellos'
Paracuellos, edición total. Carlos Giménez (Reservoir Books).
Cuando en 1976 empezaron a aparecer las primeras entregas del total de nueve álbumes que componen la serie, Paracuellos llamó la atención de inmediato. Era algo nunca visto en el panorama del tebeo español: un cómic autobiográfico, en el que el autor reconstruía sus vivencias de niño huérfano en un hospicio del Auxilio Social en Paracuellos del Jarama, en los años cincuenta, en pleno franquismo. Uno de los secretos del éxito de esta obra es la combinación tragicómica entre el horror del entorno y la camaradería de los niños. Se agradece en un autor como Giménez que tiene una engorrosa tendencia a ponerse panfletario. Su trazo no es muy sofisticado, pero sí muy expresivo, capaz de entremezclar con soltura lo dramático y lo caricaturesco.
Giménez venía de trabajar como mercenario en la agencia barcelonesa de Josep Toutain, Selecciones Ilustradas, un chiringuito que, a modestos precios españoles, trabajaba para el mercado anglosajón. Un pequeño ejército de futuras glorias del cómic nacional se curtió allí y el autor lo reflejó en su otra obra fundamental: Los profesionales. De nuevo de carácter autobiográfico. De Paracuellos -que tuvo una continuación en la serie Barrio- llega ahora la llamada edición total, de gran formato, que incorpora extras muy interesantes, tanto por los textos como por el material gráfico.
'La trilogía de Nueva York'
La trilogía de Nueva York. Paul Auste, Krasaki, Mattotti y Mazzuchelli (Planeta Cómics/Seix Barral).
La adaptación al cómic de Ciudad de cristal de Auster, aparecida en 2004, con guion de Paul Karasik y dibujo de David Mazzucchelli (autor del muy recomendable Asterios Polyp) es ya todo un clásico. Un ejemplo modélico de cómo trasladar al lenguaje visual una novela planteada como un policiaco posmoderno, preservando su ambigüedad y sus matices. Llega ahora la versión gráfica completa de la Trilogía de Nueva York austeriana. A Ciudad de cristal se le han añadido las otras dos novelas cortas que la componían.
La más interesante de las nuevas incorporaciones es Fantasmas, adaptada por Karasik con dibujo del italiano Lorenzo Mattotti. En lugar de seguir la pauta de la anterior, se opta por un planteamiento radicalmente distinto, tanto en el tipo de ilustración como en la composición de las páginas. En cambio, La habitación cerrada, adaptada y dibujada por Karasik es más discreta: el dibujo no tiene tanta personalidad y la puesta en página es menos innovadora. La versión en cómic de la trilogía que lanzó a Auster al estrellato consigue no solo no desmerecer del original, sino elevarlo.