La bohemia de Picasso y los artistas catalanes: cómo vivir el París de la Belle Époque
La exposición del Museo Picasso, 'De Montmartre a Montparnasse. Artistas catalanes en París, 1889-1914', refleja el espíritu vibrante y efímero del París de la Belle Èpoque a través de la obra de Pablo Picasso y artistas catalanes como Casas, Rusiñol, o Nonell
París, 1900. Los ojos de un joven Picasso recién llegado a la capital francesa brillan con picardía. El Moulin Rouge es otra fuente de luz en medio del espectáculo parisino en una pintura de Pere Ysern. Loïe Fuller, inmortalizada en una escultura de Eusebi Arnau, despliega sus faldas bailando el can-can. Una mujer bebe sola en mitad de un parque de París, en invierno, a Plein Air… Ramon Casas abraza a Rusiñol mientras le anuncia su llegada a la Ciudad de la Luz. Allí, entre 1889 y 1914, una veintena de artistas catalanes desembarcaron para disfrutar de una libertad que a finales de siglo solo podían obtener en París, en esas pocas décadas fascinantes que después de la Gran Guerra recibieron el nombre de la Belle Époque.
Este es el ambiente que recoge la nueva exposición del Museo Picasso, 'De Montmartre a Montparnasse. Artistas catalanes en París, 1889-1914', abierta al público hasta el 30 de marzo de 2025. Su nombre alude a los dos barrios que acogieron a la colonia de artistas catalanes que quisieron captar las luces y las sombras de la capital: Santiago Rusiñol, Ramon Casas, Isidre Nonell, Pablo Picasso, Joaquim Sunyer, Lluïsa Vidal, Laura Albéniz, Pau Casals, Isaac Albéniz, Enric Granados, Joaquim Nin y Maria Gay son algunos de ellos.
La propuesta incluye 250 obras, no solo pictóricas. Esculturas, fotografías, cartas, relatos periodísticos, libros, partituras y filmaciones de la época –destaca una libreta y varios dibujos de un joven Picasso impresionado por todo lo que París le ofrecía– son parte de la muestra, una experiencia que permite conocer el ambiente y el espíritu de aquellos años.
Reclamo de artistas
París fue el centro de la modernidad europea, sede de las Exposiciones Universales de 1889 y 1900. En la primera de las salas, varios dibujos, documentos y escritos demuestran la gran impresión que causaron estas exposiciones en los jóvenes artistas que llegaron a la ciudad, atraídos por todas las innovaciones que se presentaban. La extraña y majestuosa Torre Eiffel, contemplada por Picasso y Manuel Pallares y una serie de dibujos de Picasso muestran la intención que guardaban los artistas catalanes al viajar a París: gozar de la libertad creativa y las nuevas ideas estéticas, con la posibilidad de enriquecerse con su arte.
Más allá del bullicio y la fascinación por todas las novedades que reunía la ciudad, los viajeros vivían acorde a su condición de aspirantes a artistas. Los barrios de Montmartre y el Quartier Latin acogieron a los pintores Santiago Rusiñol, Miquel Utrillo o Enric Clarasó, también a Picasso y a su amigo Carles Casagemas, a Joaquim Sunyer, Joaquim Pichot e Isidre Nonell, mientras que en Montparnasse se instalaron los escultores, Josep Clarà, Enric Casanovas o Pablo Gargallo.
La sala 'Geografía de las artes' muestra un París bucólico, entre puestas de sol, vistas del Sena y puestos de flores, pero no deja de incidir en la otra cara de la ciudad, la más cruda: Sunyer capta a una lavandera de Belleville yendo a trabajar con la ciudad industrial a sus espaldas en Lavandera y 'bateau-lavoir' a la orilla del Canal de Saint Martin (1898); una mujer se lanza al río en un dibujo de Joan Cardona.
Luces y sombras de la bohemia
Todos los temas que rodearon la trayectoria parisina de estos artistas está presente en la exposición. La realidad que muestra está llena de contrastes: de la decadencia de la bohemia al esplendor de la burguesía, de los burdeles a los boulevars parisinos, de los estudios de artista a las salas de baile. París eran luces y sombras, una ciudad espectáculo.
El Moulin de la Galette, los cabarés de Le Chat noir, el cancán en el Moulin Rouge, o los espectáculos circenses del circo Medrano impresionan a los pintores que quieren disfrutar de la noche en la ciudad. Su oferta de ocio atrae a Ramon Casas y a Pere Ysern, también a Ricard Canals, fascinado por el Baile flamenco (1902-1904), a Ramon Pichot, que pinta el interior de un burdel en Dans la maison close (1900), y a Pablo Picasso, que elige a Margot, una mujer que vió una vez en un café, como protagonsita de uno de sus cuadros más conocidos, La espera (1901).
Protagonizados en su mayoría por mujeres, las obras de los bohemios catalanes muestran a las artistas, cantantes, bailarinas y prostitutas parisinas como iconos estéticos de una época. Una de ellas fue motivo de escándalo, Germaine Pichot, modista y bailarina de cabaret, mujer de Ramon Pichot, que la retrata en uno de los cuadros de la exposición. Antes fue modelo de Isidre Nonell y Carles Casagemas –aparece en Mujer en un café (1901) y otros tantos de sus dibujos–. Germaine no correspondió al amor de este último, amigo de Picasso (y posterior amante suyo) que se suicidó al descubrir que su amor no era correspondido.
Las otras parissienes también son parte del paisaje humano que retratan los artistas catalanes. Son mujeres que viven alejadas de los teatros y las maisons closes, hijas de la burguesía y urbanitas independientes, que frecuentan los cafés, practican deporte y pasean por los barrios elegantes de la ciudad. Laura Albéniz, hija del compositor, pinta una Figura femenina (1910) ataviada para ir a un baile, mostrando la moda de la época, Joan Sala y Ramon Casas retratan a dos tenistas vestidas con corsé en Retrato de mujer, la jugadora de tenis (1905-1908) y La parisina (Mademoiselle Clo-Clo, Clotilde Pignel) (1900).
El final de la edad dorada
La españolada, el decorativismo, el primitivismo, el simbolismo... las tendencias artísticas que se aglutinaron en el París de finales de siglo, a caballo entre la tradición y la modernidad, fueron el germen de la revolución de las vanguardias artísticas después de la Primera Guerra Mundial. La exposición concluye de manera abrupta en ese año 1914, cuando estalló el conflicto y la bohemia llegó a su fin.
El barrio de Montmartre dejó de ser el centro del panorama artístico, Santiago Rusiñol y Ramon Casas quedaron atrás; muchos artistas catalanes, como Casanovas y Sunyer, volvieron a Cataluña y participaron en el Noucentisme; otros, como Picasso, siguieron innovando con las vanguardias. Sin embargo, la exposición pone fin a la historia con un matiz: todos ellos conservaron para siempre en su memoria el recuerdo de aquel París.