Es una joya de la historieta gráfica. El universo de Spirou lo recuperó el dibujante Émile Bravo, de origen español, con toda la libertad del mundo para reinterpretarlo, siempre que fuera fiel a su espíritu, el que reflejó Franquin. Los dos personajes, Spirou y Fantasio se conviertieron en una referencia única, y el cómic acabaría siendo uno de los más maravillosos de la historia. Ahora se publica el cuarto álbum en castellano, el que cierra la historia, gracias a la labor de la editorial Dibbuks.
Y la experiencia emociona a los más pequeños, pero también a los adultos, a los padres ya mayores que todavía necesitan el cómic para adentrarse en historias que son capaces de tocar el nervio humano. Se trata de un alegato antibelicista, que reclama reflexión. ¿Qué hacer después de la tragedia?
Bravo presenta las aventuras de Spirou y Fantasio con humanidad en un momento terrible en la historia de Europa. La Bélgica ocupada por los nazis da pie a narrar con un dibujo sencillo, en el que se ahorran los detalles crueles, pero se perciben en todo momento, la naturaleza humana.
Todos se deshumanizan, los que colaboran, los que intentan sobrevivir mirando para otro lado, los que buscan un beneficio…mientras que los dos protagonistas cobran cada vez más humanidad, más peso en favor de un humano que no quiere caer en la barbarie, que sabe que puede haber un mañana prometedor o superador.
Los nazis dividieron a los belgas, incitaron a los flamencos, por encima de los valones. Animaron un nacionalismo que Bravo desdeña, porque llevó a la aniquilación y al desastre. El dibujante, sin embargo, sabe presentar la historia para que coexistan diferentes niveles de lectura, con el propósito de mantener el interés de los más pequeños. Es una historia gráfica. Y, al mismo tiempo, Bravo reclama la atención de los adultos que no suelen leer cómics. Y quiere llevar a su terreno a los que recuerdan al Spirou de Franquin.
El lenguaje es sencillo, pero también tiene mucho peso. La batalla ideológica se manifiesta a través de los diálogos entre niños, los amigos de Spirou, el botones de hotel, que refleja lo que han escuchado de sus padres. Es el adulto el que inyecta el nacionalismo, el odio al otro, y que el niño interioriza.
Hisoria bélica
Bravo ha asegurado que busca una especie de fusión entre las dos escuelas que siempre se han planteado, la de Spirou, con Franquin, y la de Tintin, con Hergé. El dibujante ya planteó un estilo singular con Diario de un ingenuo (Dibbuks), en el que presenta a Fantasio como responsable del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Es un dibujo caricaturesco, que evoluciona y es más sobrio en La esperanza pese a todo. El resultado es un mundo en el que convive el peso de la historia bélica con la sencillez del trazo y la aventura de los dos personajes, manteniendo esos dos niveles de lectura.
Pero lo que plantea en el último álbum es una apelación a la responsabilidad. Liberada Bélgica, con el final de la guerra. ¿Qué se puede y se debe hacer? Nadie es ya la misma persona. Los hechos han sido terribles, y la condición humana se ha puesto a prueba. ¿Quién colaboró? ¿Quién no quiso asumir la realidad? ¿Cómo seguir adelante? Hay tristeza, pero también mucha esperanza, ilusión por mejorar y construir.
Esa historia, ambientada en la II Guerra Mundial, en la Bélgica ocupada por el nazismo, nos interpela ahora. Nos divertimos y lloramos con los Spirou y Fantasio, con la mirada puesta en una Europa que vuelve a percibirse insegura, atenazada.