Una imagen de 'EX IT', la instalación de Yoko Ono para la Faurschou Foundation

Una imagen de 'EX IT', la instalación de Yoko Ono para la Faurschou Foundation

Artes

Yoko Ono. Ataúdes. Árboles

La Faurschou Foundation de Nueva York ha tenido que cancelar una exposición de la artista y 'performer' japonesa porque los árboles que plantó en una veintena de ataúdes llenos de tierra se han suicidado

2 septiembre, 2023 14:03

El otro día comentábamos aquí el célebre cuento de Henry Kuttner 'Las ratas del cementerio', sobre un enterrador que se mete en una tumba y se desliza por el boquete que las ratas han abierto en el extremo del ataúd; ahora podemos ver, en la última instalación de la artista Yoko Ono (nacida en 1933) para una exposición colectiva en la Faurschou Foundation de Nueva York, una veintena de ataúdes de madera de pino, en cada uno de los cuales se ha practicado un agujero circular, por el que asoma un árbol de cerca de dos metros de altura.

Esos ataúdes llenos de tierra, como los del conde Drácula en su viaje a Londres, en los que hunden sus raíces los árboles, hacen pues función de tiestos. Los árboles, además, dan flores o frutos aromáticos, de manera que la sala de la instalación de Ono, titulada, por cierto, con el juego de palabras EX IT, ofrecía al visitante una fragante experiencia sensorial. 

O así lo pretendía la conocida artista, músico y performer, que ha tenido a lo largo de su vida retrospectivas en los museos más importantes del mundo. Pero EX IT ha tenido que ser retirada por un motivo paradójico, e hilarante: los árboles se han muerto. Se comprende que en estas circunstancias la trivial metáfora que proponía Ono se boicoteaba a sí misma, y era mejor cancelarla. 

Los árboles aromáticos, “brotando” de los ataúdes, constituían una de las reiteradas invitaciones a la esperanza y el positivismo de Yoko Ono: no todo se acaba en la muerte, sobre el fértil humus de nuestras vidas concluidas crecerá nueva vida… ¡Pues ahora resulta que esa nueva vida se muere a los dos días de exhibirse! Y cabe incluso suponer que esos árboles no se han muerto de muerte natural sino que han cometido una especie de suicidio vegetal, preferible para ellos, más digno que figurar en una pieza de Yoko Ono. No sería de extrañar. 

La fachada del MET con la composición de Yoko Ono DREAM TOGETHER

La fachada del MET con la composición de Yoko Ono DREAM TOGETHER

En el año 2020, después de una larga temporada cerrado por la pandemia, el museo Metropolitano de Nueva York volvió a abrir sus puertas al público. Lo hizo con una pieza de Yoko Ono en sustitución a las clásicas banderolas publicitarias que se cuelgan de la fachada, en las que suelen anunciarse las exposiciones en curso. En una de sus banderolas campaba la palabra DREAM, y en la otra, TOGETHER. O sea, Soñar juntos. Difícilmente, con mucho, muchísimo esfuerzo, se podría concebir un slogan más banal.  

Pienso que además es una banalidad típicamente americana, la unción de dos conceptos ampliamente difusos en su cultura y subcultura: por un lado, el valor del sueño personal, en el que hay que creer, por cuya realización hay que luchar contra viento y marea, que hay que perseguir cueste lo que cueste: porque, si crees de verdad en tu sueño, lo harás realidad. ¡Todo es posible en ese gran país! 

El otro concepto es el de comunidad, del trabajo en equipo, de la cooperación, base del éxito de los Estados Unidos, como explicó el presidente J.F. Kennedy a su equipo, trazando en la pizarra la fórmula mágica: CO-OPERATE.

Claro que los sueños son relatos plenamente subjetivos y personales y no se comparten. No suelen significar nada, salvo tal vez a quien los sueña. De ahí que funcionen tan mal tanto en el relato oral (nos impacienta quien cuenta sus sueños de manera demasiado pormenorizada), en las novelas (con contadas excepciones) o en los dietarios. Kafka cuenta algunos de sus sueños en sus Diarios, concebidos para su propia relectura y que dio a leer a Milena Jesenská (si no recuerdo mal), con la esperanza de que al leerlos le entendiese y conociese mejor, pero no pensados para publicarse. Y el lector se salta las páginas de los sueños, naturalmente.

Compartimos las aceras, compartimos los códigos de comportamiento y vestimentarios, compartimos muchas cosas naturales y artificiales que nos hacen tan parecidos. Pero los sueños son cosa de la mente de cada uno. Ahí no debe entrar la comunidad, salvo que sea la comunidad de Nosotros de Zamiatin, o la de 1984 de Orwell. De manera que Dream Together es una contradicción en sus propios términos, con resabios siniestros.

Yoko Ono lograba con sus dos banderolas el más difícil todavía circense: ser vagamente inquietante, sin por ello dejar de ser absolutamente banal. Recordaba la fábula de Iriarte sobre el borrico que resopló en una flauta olvidada por un pastor, y por casualidad salió un sonido: "¡Oh!", dijo el borrico, / "¡qué bien sé tocar! / ¡y dirán que es mala / la música asnal!" 

Bien pensado todo, está claro que Yoko Ono ha cometido un grave error al retirar su composición EX IT de la Faurschou Foundation: brotados de los ataúdes, los árboles, ya no fragantes sino muertos, ofrecerían una imagen menos positiva y cursi, pero, desde luego, más impactante, y más honesta: expondría la nada que brota de la nada, el destino final de todas las cosas. Sería una exposición tenebrosa, post-beckettiana, de un nihilismo rotundo, y de gran impacto visual. Lástima de ocasión perdida.