La Odisea, versión ilustrada
Blackie Books estrena su colección de clásicos con una versión de la epopeya de Homero ilustrada por Calpurnio y textos de Atwood, Krahe, Monterroso y Nick Cave
6 noviembre, 2020 00:10Los caminos de la bibliofilia son inescrutables. Borges, con faltonismo erudito, aseguró que, después de leer de niño El Quijote en inglés, el original le resultaba un poco cutre. A nosotros nos pasó algo parecido con la Odisea y la serie Ulises 31, un anime franco-japonés que mezclaba el viaje homérico con la fantasía futurista y espacial. Aunque esto sucedió antes de que conociéramos la palabra anime y de saber que la mayor parte de los dibujos que veíamos entonces pertenecían a tal género: Heidi, Marco o El bosque de Tallac. Gracias a esta serie pronunciamos por primera vez nombres que quedaron en nuestras vidas: Hades, Telémaco o Cíclope.
El caso es que cuando, algo más mayores, leímos por primera vez la Odisea de Homero –tal vez deberíamos decir una odisea– ya sentíamos que de alguna manera estábamos volviendo a Ítaca, que estábamos retornando a casa. Solo nos dio un poco de pena que no apareciera Nono, aquel robot rojo que daba el punto cómico en los dibujos animados. La verdad es que en la actualidad echamos de menos que los referentes populares no se empapen de la cultura clásica, por eso nos alegramos con la saga de videojuegos de Assassin’s Creed Odyssey, basada en la antigua Grecia –esperamos en ascuas la nueva versión llena de vikings y eddas– o los Golems creados por Gustav Meyrink. Por eso también celebramos la serie de clásicos liberados, la nueva colección ilustrada de la editorial Blackie Books.
Ilustración de Calpurnio que representa a Homero
No es nada original afirmar que la originalidad no existe. La primera película de la historia ya era un remake. A los buenos de los Lumière –aquellos hermanos de apellido premonitorio–, después de filmar por primera vez la salida de los trabajadores de su fábrica en Lyon, pensaron que resultaría más molón si en esa peliculilla apareciese también el camión familiar, así que, ni cortos ni perezosos, se decidieron a grabarla de nuevo. Algo parecido nos pasa con los clásicos literarios más arcanos. Tal vez no hayamos leído ninguno completo en su forma genuina. No hay más que contrastar las ediciones realizadas por diferentes cervantistas del original –lleno de talento y erratas– del bueno de Miguel de Cervantes. Si eso nos pasa con obras manuscritas hace unos centenares de años, qué no nos pasará con las más antiguas, como la Odisea. Los 24 cantos que nos llegan a las manos a los lectores actuales son el rastro escrito, sombra de sombras, de las tonadas orales que se esparcieron por el Meditaráneo hace miles de años. ¿Toda odisea es un fake? Incluso la de Homero –sea quien fuese aquel tipo que se distraía– no deja de ser una versión inacabada de los textos orales que habitaban en la mente y las voces de los aedos del mar Jónico.
Telar / CALPURNIO
El rizo lo riza este hermoso primer volumen de Blackie Books. La editorial es controvertida encargó a Miguel Temprano García la traducción a partir de la versión en prosa inglesa que Samuel Butler realizó en el siglo XIX. Borges consideraba esta variante la más fiel al original. El resultado, ciertamente, prescinde del vuelo épico del metro clásico y resulta ser otra cosa, pero gozosa. La versión, más gráfica que oral, incorpora ilustraciones de Calpurnio, notas al margen –no al pie– divertidas y relevantes, que no se pueden dejar de leer. y una adenda con reinterpretaciones del mito escritas por Margaret Atwood, Augusto Monterroso, un poema de Dorothy Parker y canciones de Nick Cave y Javier Krahe.
Las ilustraciones de Calpurnio –famoso por ser el padre de El Bueno de Cuttlas, aquel héroe hecho de palitos que era lo mejor de El País de las Tentaciones– resultan especialmente adecuadas. Casan de fábula con el espíritu del libro, son desenfadadas, precisas y bellas, tanto que podrían inscribirse en la superficie de cualquier cerámica ática. Además, rompen la estaticidad de las páginas con una meritoria continuidad gráfica. Calpurnio lo dibuja todo bien, pero destacamos especialmente la elegancia esquemática de sus musas clásicas y su imaginación para la composición de escenas multitudinarias y en movimiento. Puro deleite.
Las notas al margen reúnen citas y comentarios de los múltiples e ilustres lectores que la obra ha tenido a lo largo de los siglos. A saber: Mary Beard, Horacio, Josep Pla, Milan Kundera o el misterioso y avispado compilador –o compiladora– de Blackie Books que no firma sus textos. El compendio es ecléctico, desigual e ingenioso. El relato feminista de Atwood –la popular autora de El Cuento de la Criada– es hábil: se mete en la mente de una Penélope aguda y reflexiva y marida de fábula con la propia visión de Buttler que defendía algunos de los cantos de la obra debían estar escritos por la misma Nausícaa. Algo parecido sucede con el microrrelato de Monterroso. Uno echa de menos que los libros en papel no dispongan de amplificadores de música para escuchar la balada tétrica de Cave o, mejor aún, la versión de Javier Krahe, que confesó que planeaba un disco entero sobre la obra pero su pericia –y pereza– acabaron por resumirlo en esta canción:
En definitiva, una Odisea repleta de cantos de sirena (pop), adaptada a la sensibilidad de algunos nuevos lectores, irónica, juguetona y gozosa. Ideal para endulzar un poco estos tiempos agrestes.