Emilio Morenatti: "El fotoperiodista clásico tiene los días contados"
El fotógrafo andaluz, Premio World Press Photo, reflexiona sobre la difícil situación del periodismo gráfico y denuncia la censura oficial que se ha ejercido durante la pandemia
19 octubre, 2020 00:10Estrechamente vigilado, y a menudo inmisericordemente asaeteado, por el tribunal sumarísimo de las redes sociales, el fotoperiodismo oscila cada día entre la gloria y el vilipendio. Con su motor empresarial gripado, arrastrado a un estado casi moribundo por la precarización laboral y con su credibilidad informativa puesta bajo sospecha a diario, los grandes fotoperiodistas se enfrentan a la encrucijada de su futuro temiendo ser los últimos supervivientes de una época dorada. Emilio Morenatti (Zaragoza, 1969, aunque criado en Jerez de la Frontera, donde comenzó su carrera), responsable de la agencia Associated Press (AP) en España y Portugal, es uno de los grandes fotógrafos españoles –Brabo, Aranda, Palacios, García Vilanova– que reinan en la escena internacional.
La mayoría de esos fotógrafos –excepto Morenatti, todos freelance– apenas trabajan ya para publicaciones españolas, pues nuestra gloria fotoperiodística internacional ha dejado de ser laboralmente nuestra. Morenatti, cuya hoja de servicios incluye un secuestro en Gaza (2006), la pérdida de un pie en Afganistán (2009), premios World Press Photo (2007 y 2012) o el Ortega y Gasset en 2013, entre otros hitos, ha firmado también algunas de las imágenes más emotivas y polémicas durante la pandemia. Una foto suya de la playa de la Barceloneta atestada de gente que incumplía las normas al principio de la desescalada le costó –acusado de manipulación visual– una buena bronca. El tuit en que colgó la foto generó más de tres millones de impresiones y más de un millón de de interacciones. Al día siguiente de publicarla, la playa fue cerrada.
(Emilio Morenatti fotografiando las protestas de Nissan en Barcelona / EMILIO MORENATTI (AP)
–El debate, en su momento muy crispado y lleno de descalificaciones, hacia la veracidad de tu imagen de la playa de la Barceloneta es el último episodio del gran tribunal público que ahora juzga a diario la credibilidad del fotoperiodismo. ¿Cómo te has sentido sentado ante ese tribunal como acusado?
–Yo ya desconozco el mecanismo para enderezar esto: haces una foto con gente en la playa y te condenan. Sin más. Pero no tiro la toalla. Reflexiono sobre la marcha. Hay una parte de la sociedad que se deja llevar y otra que no. Hay gente más reflexiva: yo estoy ahí. Pero, ¿dónde metemos al que se tira al monte y dice lo que le da la gana? ¿Existía esa crisis de credibilidad antes de las redes sociales? ¿O la han fabricado las redes? Las redes están jodiéndola. Eso me debería afectar. Pero yo intento que no, aunque te aseguro que, viendo la que salió, en algún momento llegué a preguntarme si el equivocado y el que llevaba el paso cambiado no era yo. No. Lo que sí me afecta es la actitud de algunos colegas, a los que yo otorgaba una reputación alta pero ahora se han puesto de ese lado. En el fondo, todo esto me parece banal. Como un juego. El asunto no habría tenido esa repercusión de no existir las redes. Hace unos meses entendí que estar visible en las redes es bueno. Nuestra empresa nos anima a ello. Pero luego te encuentras con esto y… pufff. Aunque, por otro lado, lo cierto es que la gente ve la foto. Todo es una locura. Para que alguien vea que he metido una portada en El País tengo que poner en Twtter que tengo una portada en El País. Una locura.
Playa de La Barceloneta durante la pandemia / EMILIO MORENATTI (AP)
–Una cuestión profesional: la foto de la playa abarrotada por la gente la tomaste con un tele que, en la percepción visual y junto a cuestiones de perspectiva, actúa comprimiendo y acercando a los elementos de la escena haciéndolos parecer más próximos de lo que en realidad están. ¿Era la mejor óptica para esa situación?
–Sí, esa discusión está abierta. Necesitas un angular para meter cielo. Mira, el 80 u 85% de mis fotos están hechas con un 50 milímetros, que se supone es el objetivo que más respeta la distancia real de las cosas. Yo juego con los elementos que tengo. Informar es lo que sé hacer. Nadie se queja porque en el fútbol se use un 400 milímetros. Aquí sí. ¿Por qué? Yo creo que la cuestión no es esa: la cuestión es la mala hostia. No me gustaría ser recordado como el de las fotos con mucha gente y lente larga, je, je.
–¿Una fotografía es la Verdad?
–La imagen es la verdad y la gente contradice la verdad. Yo también estoy de acuerdo con que, por el tema de la credibilidad, es el peor momento del fotoperiodismo, pero al mismo tiempo es su mejor momento. La oleada de protestas raciales en Estados Unidos la ha provocado una imagen, eh. Y a esa imagen le puedo poner al lado otras 26.000 relevantes. Eso significa que la imagen sigue teniendo potencia. Ese es nuestro poder. Otra cosa sería que la gente ignorara las fotos, entonces nosotros desapareceríamos, no pintaríamos nada. El fotoperiodismo sigue estando ahí porque la imagen es algo muy potente. Que se limitaran los aforos, al final, fue una conquista, en gran parte, fruto del trabajo de los fotógrafos. Yo creo que –en ese momento– si no se publica esa foto no se habría cerrado esa playa. De hecho, antes de hacer una foto, yo sé cuándo se va a liar.
Emilio Morenatti / LENA PRIETO
–¿Y a ti te gusta liarla?
–Bueno, yo sabía que se liaría con la foto de la playa. Pero la hago. Son muchos años ya. Por otra parte, es que hay gente que antes de ver lo que haces ya te está preguntando de qué lado estás. Me ha pasado. Una vez en una manifestación en Barcelona, un tío que llevaba una bandera española va y me dice: “Tú de qué bando eres? ¿De los buenos o de los malos?” Le digo: “Soy periodista”. Y me dice: “Pero si eres de los malos no nos puedes hacer fotos”. En fin.
Un mendigo duerme en mitad de una calle vacía durante el confinamiento / EMILIO MORENATTI (AP)
–Numerosos fotoperiodistas han denunciado la sorprendente prohibición que les impidió trabajar los aspectos más trágicos de la pandemia en pleno confinamiento. En realidad, no se os ha permitido fotografiar plenamente la tragedia.
–¡Lo que me flipa es que eso te extrañe a ti! A mí no me extrañó: iba preparado para eso. Pedimos entrar en las UCIs de forma oficial y nos dijeron que ni de coña. Luego, semanas después, nos dijeron: “Ahora podéis entrar”. ¿Ahora que estáis al 60%?, les dije. Yo no entré. No. El aspecto más duro no lo quisieron enseñar. Después de diez años aquí ya no me sorprendo de nada. Sé que con la censura hay que lidiar. Pero yo no pierdo el tiempo peleando con ella. Nosotros no tenemos una representación capaz de poner firme al Gobierno y nuestros sindicatos no funcionan. Yo, si puedo, procuro entrar por otra puerta.
–¿El sistema trató a los ciudadanos como si sufriéramos una especie de infantilismo visual?
–Un poco, sí. Esto pasa siempre donde quieren tenerlo todo bajo control. A mí me decían que no porque tenían que preservar mi seguridad. No, no, déjense de rollos, de preservar mi seguridad ya se ocupa mi empresa. Y tampoco sabían discriminar entre los medios avalados y los cientos que también pedían entrar. Sí, todos tenían el mismo derecho que yo, pero yo tengo más porque represento a un montón de asociados. Ahí fallan por falta de cultura. No saben gestionar eso.
Dos ancianos durante la epidemia del coronavirus / EMILIO MORENATTI (AP)
–En mitad del dolor por la tragedia de la pandemia, tus emocionantes ancianos abrazándose separados por un telón transparente de plástico nos descubrió a un Emilio Morenatti que no esperábamos: el lírico.
–Lloré haciendo esa foto. Hacía tiempo que no me emocionaba tanto. Fueron dos o tres minutos y pude hacer, no sé, doscientas o trescientas fotos. Esa situación se había dado ya en Asia, porque allí nos llevan ventaja en todo. La vi entonces y esperé a que la situación se produjera aquí. ¿Lírico? Ja, ja, ja… ¡Nunca es tarde!
–¿El fotoperiodismo debe ser emocional?
–La imagen es un lenguaje universal. Si haces retórica llegarás a menos gente que con un poema escrito para todos. Pero, al mismo tiempo, el lenguaje no puede ser demasiado explícito. A veces en las redes hago pruebas. Pongo dos fotos de lo mismo: una tiene un mensaje inteligente y otra no. Pues la inteligente es la que más comentarios tiene. Y eso es reconfortante porque yo intento hacer una fotografía reflexiva.
Un enfermo de coronavirus mira el mar en Barcelona / EMILIO MORENATTI (AP)
–¿El oficio se muere? La calidad fotográfica en los medios se hunde.
–Cada vez lo veo más claro: sí, cada vez hay más basura. El problema es que el nivel de exigencia del espectador ha bajado tanto que ya ni siquiera discrimina. ¿Cómo vas a exigir cuando todo es gratis? Veo mucha estupidez, ¡qué decepción! ¿La gente no elimina los sitios que ve cuando esos sitios la cagan? Yo lo hago. Doy un aviso: Tic Toc y si vuelvo a ver otra gilipollez, no me complico la vida. Dejo de seguir ese sitio. Pero con la fotografía no sé qué pasa: la gente consume mucha basura.
–Vayamos al meollo profesional: ya no hay editores gráficos.
–Es una tragedia. Han desaparecido. Es que el medio, en sí, es una tragedia… Tú ves el scroll informativo de una agencia y es imposible seguirlo, no hay manera. ¿Cuánto tiempo necesitarías para verlo? ¿Alguien está haciendo la criba? Pues con las fotos, igual. No nos dan más historias porque, teniéndolas, no las ven. No tienen gente para verlas. Luego están los medios como The New York Times, con dos millones de susciptores –un millón durante la pandemia–, ¡qué maravilla!
Ataúdes con víctimas del Covid / EMILIO MORENATTI (AP)
–¿El futuro?
–A lo mejor todo tiene que petar. ¿Qué hacemos, contribuimos a que pete del todo o seguimos salvando lo que queda de la nave? Mis colegas siguen cayendo uno detrás de otro.
–Otro cáncer: la precariedad.
–Sí, pero eso ha existido siempre. Podemos dar todas las visiones catastrofistas que queramos. No conducen a nada. Con unas birras por delante, podemos hablar de lo mal que está todo. ¡Pero que alguien cuente un chiste, por favor! Yo sigo aquí, currando y cuando perdí la pierna pensé que igual tenía que apartarme. Pero, sí, es cierto: el fotoperiodista clásico tiene los días contados. También los tenía hace 20 años. ¿Sabes? A veces me pregunto: ¿le importa realmente la verdad a la gente? Hay mucho negacionismo. Cuando a la gente no le gusta algo que ve, lo niega. Porque no le viene bien, no lo acepta o por lo que sea. Y dicen que la foto está manipulada. Sin preguntar. Sin más.
Emilio Morenatti / LENA PRIETO
Mira, yo he estado en guerras, las he cubierto y viendo lo que ha pasado aquí durante la pandemia no me quiero imaginar que ocurriría en España si aquí hubiera una guerra. ¡Vaya, es que nos quitan de en medio a los fotógrafos, eh! Se nota mucho que a mucha gente les resultamos incómodos, no nos quieren. Y te atacan en las redes. Y luego sucede que la gente joven no mira los periódicos. Sin embargo, lo que se está poniendo de moda ahora mismo en Estados Unidos es el código moral de toda la vida. Allí se está haciendo una llamada a la ética clásica. Y a eso se están apuntando chavales nuevos. No todo está perdido.
–El legado del fotoperiodismo clásico antes se aprendía en las redacciones directamente de la generación anterior. Ahora…
–Yo, cuando empecé, a veces organizaba las escenas. Hasta que un tío de Reuters, en los noventa, me dijo que eso no se podía hacer. Pero yo no lo sabía. ¡Nadie me lo había dicho antes! Esa herencia es importante
–En parte, el fotoperiodismo también es culpable de su declive: no ha actualizado sus narrativas visuales? En mi opinión son muy clásicas y estandarizadas.
–Totalmente de acuerdo. Yo intento trabajar eso a diario. Nunca estoy conforme. Nunca se me ha ocurrido decir que delante tuya no hay nada que rascar. Si tú estás donde estás es porque eres exigente. Hombre, también es verdad que no puedo generaliza que el discurso visual está manido porque me la pueden meter doblada. ¿Los estándares, dónde están? ¿Quién los impone? Si voy a hacer la Semana Santa, ¿no voy a hacer un cliché? Y eso, ¿quién lo hace?
Gente confinada en sus casas durante el estado de alarma / EMILIO MORENATTI (AP)
Por supuesto, el oficio tiene que evolucionar. En mi opinión, el problema es que estamos faltos de referentes. Y cuando te faltan las referencias te vas a los clásicos, aunque es verdad que hay quien no tiene ni clásicos. Referentes son aquellos a los que uno quiere imitar –porque yo, como todo el mundo, también empecé imitando–, gente que hace lo de siempre, pero de una forma más depurada. Y sigue habiendo fotógrafos extraordinarios. Tú ves el blog de AP y es acojonante. Curros exquisitos. Historias más largas, recopilaciones, cosas fuera del día a día, ¡qué maravilla! Cosas como las que ha hecho Rodrigo Abd sobre la pandemia en Perú
–Muy bueno, sí. Estamos hablando de fotógrafos que siguen haciendo fotografía. Pero a los fotógrafos de prensa internacional lo que cada vez se les exige más es que hagan vídeo. Y es el vídeo lo que venden: no la fotografía.
–¡Uf, no me hables del vídeo! ¡Un disparate!