“¡Ya estoy aquí! ¡He dado unos cuantos pasos!”, son las palabras que el dibujante Hergé puso en boca del personaje de cómic Tintín para su Aterrizaje en la Luna en 1953. Un hecho que tuvo lugar 16 años antes de que el Apollo 11 emprendiese su expedición al satélite.
No fue hasta 1969 cuando el astronauta Neil Armstrong pronunció una de las frases más conocidas de la historia: “Es un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad” --aunque hay quien todavía piensa que estas imágenes fueron grabadas por el cineasta Stanley Kubrick en un plató--.
Tripulación de la misión Apollo 11: Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins
Hergé, un visionario
El padre de Tintín publicó en 1950 Objetivo: La Luna, el cómic en el que aparece el famoso cohete rojo y blanco que transportó al intrépido reportero hasta la superficie lunar. Un diseño que, además, guarda similitudes con el Saturno V, aeronave que usó el programa Apollo años más tarde para que Armstrong llegase al satélite de la Tierra. De hecho, Hergé contó con la ayuda de Alexandre Anannoff --autor del libro La astronáutica (1950)-- para crear el boceto del vehículo.
El dibujante Georges Remi, --nombre real del creador de Tintín--, fue un visionario, aunque no el primero. El escritor Julio Verne --considerado el padre de la ciencia ficción-- ya lo predijo en su obra De la Tierra a la Luna. Una novela que a su vez inspiró la mítica secuencia de la nave que se empotra contra el ojo del satélite terrestre, que rodó George Méliès en 1902; una de la más famosas del cine. Eso sí, a diferencia de la obra de Hergé, que resultó ser una premonición de lo que años después lograrían Buzz Aldrin y el propio Armstrong a bordo del Apollo 11; el viaje que plantea el cineasta carece de cualquier intención realista.
Fotográma de Viaje a la Luna de George Méliès
De Galileo a Armstrong
Para conmemorar las cinco décadas que esta efeméride cumplirá el 20 de julio de 2019, el CosmoCaixa acoge la exposición Tintín y la Luna: cincuenta años de la primera expedición tripulada. Una muestra que “comienza con Galileo Galilei, que tras 2.000 años, rompe con el paradigma aristotélico --que defendía que la Tierra era el centro del universo--”, señala Jordi Portabella, director del Área de Divulgación Científica del museo.
El recorrido arranca en el s. XVII para llegar hasta el momento en que Neil Armstrong pone un pie en la Luna. Eso sí, la intención es que el alunizaje no se convierta en la última parada del recorrido sino que los visitantes se planteen, al igual que hizo Galilei hace cinco siglos: “¿Qué nos depara el futuro?”
El célebre cohete X-FLR6, concebido por su ayudante Bob de Moor
El primer traje espacial
Entre los objetos estrella de la muestra, explica Elisa Durán, directora adjunta de la Fundación La Caixa, se encuentra un réplica del telescopio de Galilei --el original está en Florencia--, así como un meteorito lunar recogido en África hace tres años. “Queremos sumar ciencia con emociones”, manifiesta.
Otra de las piezas que forma parte de la exposición es una reproducción de la escafandra de Emilio Herrera, el ingeniero militar español que en 1935 ideó una vestimenta para proteger contra el frío, la falta de oxígeno y el descenso de presión, que está considerada como el primer traje espacial. Un proyecto que quedó interrumpido un año después al estallar la Guerra Civil.
Vista en primer plano de la huella fotografiada con una cámara para la superficie lunar de 70 mm
Un viaje a la luna
Los descubrimientos de Galileo, la obra de Verne, la secuencia filmada por Méliès y el objetivo que marcó Hergé a la expedición de Tintín: todos ellos imaginaron en el algún momento de sus vidas que el hombre podía llegar a la Luna, y finalmente fue Armstrong el que lo consiguió en 1969.
Como expresó Hergé, “de tanto creer en sus sueños, el hombre los convierte en realidad”. Y este deseo ya lo había tenido el gran Frank Sinatra en 1964 cunado cantó por primera vez Fly me to the moon; porque ya lo dije Verne: “Todo lo que sea posible, se hará”.