La mayoría de castillos están situados en atalayas para poder garantizar una buena defensa. El problema es que con el paso de los siglos, estos edificios son absolutas ruinas que hacen inviable ver nada.
Siempre hay excepciones. Sin ir más lejos, el castillo de Montjuïc de Barcelona es ahora mismo un auténtico mirador, una fortaleza convertida en monumento. Pero no es la única.
En el interior del Maresme se hayan las ruinas de un desconocido fortín medieval, desde el que alcanza ver el mar. Un edificio que fue más relevantes de la cuenca baja del río Tordera.
El Castillo de Palafolls, visible desde la llanura y la costa del Maresme, fue durante siglos centro de poder jurisdiccional, escenario de alianzas políticas y pieza estratégica en el control de los caminos que unían Girona y Barcelona. Hoy está reducido a ruinas, pero conserva su valor histórico y su atalaya.
Orígenes señoriales
La fortaleza tiene más de 1.000 años de historia. Los primeros documentos que hablan de ella se remontan a 968, en la fundación del monasterio de Sant Pau de Sant Pol de Mar.
Desde su origen, estuvo vinculado a los vizcondes de Girona, que dominaban la llanura de la Tordera y los accesos al litoral. A lo largo del siglo XIII, el castillo se amplió con un segundo recinto amurallado, ante las nuevas amenazas vividas por el territorio.
El castillo en la política catalana
Por otro lado, esta ampliación coincide con la época de máxima consolidación del señorío. En esos años, los Palafolls controlaban un extenso término y, al mismo tiempo, debían rendir vasallaje a los vizcondes de Cabrera.
Y es que el papel de la familia Palafolls trasciende lo local. En la década de 1370, Guillem de Palafolls se alineó con Pedro III de Aragón en el conflicto entre la pequeña nobleza y los grandes linajes catalanes. Su apoyo al monarca le permitió convertirse en consejero de armas.
Castillo de Palafolls
En 1381, el noble vendió el castillo al rey, quien un año después lo transfirió al vizconde de Cabrera. La familia, trasladada a Aragón, adoptó el apellido Palafox y llegó a ocupar posiciones de gran influencia en la monarquía hispánica.
El castillo volvió a ser protagonista durante la guerra civil catalana (1462–1472), cuando las tropas de la Diputación del General lo ocuparon y lo entregaron a Bertran de Armendáriz, partidario del príncipe de Viana. Tras la contienda, retornó al linaje Cabrera y, con el paso de los siglos, pasó a los Montcada y a los Medinacelli.
En el siglo XVI se reforzaron sus defensas frente al peligro de los ataques piratas, pero a partir del XVII entró en una decadencia irreversible. En 1880, ya en ruinas, pasó a ser propiedad del Estado.
Arquitectura y restos conservados
Estos restos aún se dejan ver. Su planta rectangular permite identificar distintos sectores residenciales y defensivos.
El conjunto actual del Castillo de Palafolls corresponde a fases constructivas que van desde finales del siglo X hasta el XIV. Entre los restos más destacados se encuentra la Torre del Homenaje, situada en el punto más escarpado del promontorio.
Importancia histórica
Su volumen y ubicación permiten comprender la función de control visual sobre el territorio circundante. Y, ahora, se ha convertido en un auténtico mirador.
Junto a ella se conservan vestigios del gran salón señorial, reconocible por los arcos que aún permanecen en pie, y una cisterna abovedada, cubierta con bóveda de cañón, que muestra las marcas originales del encañizado.
La capilla del castillo es la estructura mejor preservada. Sus muros y fachada se mantienen en condiciones que permiten apreciar la sobriedad de su arquitectura, concebida como espacio litúrgico de la comunidad castral.
Valor patrimonial
Todo ello hace que el Castillo de Palafolls sea un patrimonio de alto interés para el conocimiento de la sociedad feudal. Su trayectoria refleja los procesos de feudalización, consolidación nobiliaria, enfrentamientos políticos y decadencia de las fortificaciones en la Edad Moderna.
Ahora, es un monumento y un Patrimonio Histórico Español abierto al público de forma gratuita. El visitante puede subir a la torre, caminar por los muros y explorar la capilla y las estancias residuales. Desde lo alto, el panorama abarca Palafolls, la llanura del Tordera y, en la distancia, la franja del litoral mediterráneo.
Cómo llegar
Disfrutarlo requiere de coche. A pesar de formar parte del Maresme, la capital más cercana al castillo es Girona. Yendo por la AP-7, tomando la salida de Blanes y tomando la N-II hacia Palafolls see tarda unos 35 minutos.
Desde Barcelona, el viaje es de una hora. Se va por la C-32 hasta la salida dee Malgrat de Mar y Palafolls, donde se enlaza con la N-II y finalmente se sigue por el Camí del Castell.
