El abandonado castillo modernista de Cataluña diseñado como hospital, Can Rectoret

El abandonado castillo modernista de Cataluña diseñado como hospital, Can Rectoret

Historia

Nunca se usó: el abandonado castillo modernista de Cataluña diseñado como hospital

La dejada construcción es obra de un discípulo de Gaudí y Domènech i Montaner

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Cuando uno da una vuelta por los pies del Tibidabo, por las faldas de la sierra de Collserola, vislumbra mucho más que vegetación, el parque de atracciones y la torre de telecomunicaciones. Es un edifico que levanta sospechas, Can Rectoret.

¿Es un castillo en medio del bosque? No. Nunca lo fue. Aunque se le parece bastante. De hecho, da la impresión de que la construcción sale de un cuento medieval. Pero quizás por eso mismo, por ser una quimera fallida, un sueño roto, una fantasía con forma de ladrillo y torres puntiagudas, fascina más que cualquier fortaleza de leyenda. 

Esta impresionante vivienda que pasa desapercibida con su silencio, en su abandono, contiene los ecos de una lucha médica, arquitectónica y humana que nunca llegó a concretarse. Sus torres cilíndricas, coronadas con puntas cónicas, simulan la silueta de un castillo, pero su historia dista mucho de la nobleza o las gestas caballerescas. 

Lo que muchos llaman “el castillo del Tibidabo” fue, en realidad, parte de un proyecto sanitario que tampoco nunca vio la luz. Lo que parece una fortaleza iba a ser un hospital para enfermos de tuberculosis que jamás se utilizó como tal.

¿Castillo u hospital?

Se puede decir que este edificio singular es el edificio que más aparenta y que luego no es. No fue concebido para la realeza ni para el ocio, sino como hospital y tampoco llegó a funcionar. Pero la idea era contener uno de los mayores flagelos médicos de su tiempo: la tuberculosis, conocida entonces como la peste blanca

A comienzos del siglo XX, cuando aún no existían tratamientos efectivos y el bacilo responsable de la enfermedad había sido identificado apenas unas décadas antes por el doctor Robert Koch, se creía que el aislamiento, el aire puro y la buena alimentación podían ofrecer una oportunidad de recuperación. 

Idea de un discípulo de Gaudí

En ese contexto nació el ambicioso proyecto. Para llevarlo a cabo aprovecharon la finca Can Castellví de la Riera. Fue adquirida en 1903 por la sociedad Sanatorio del Tibidabo, promovida por el doctor Salvador Andreu, farmacéutico y gran impulsor urbanístico de la montaña. 

El diseño fue encargado al arquitecto Joan Rubió i Bellver, discípulo directo de Antoni Gaudí y colaborador suyo en obras como la Casa Batlló, la Casa Milà y el Rosario Monumental de Montserrat. No solo eso, su hacedor colaboró también con Domènech i Montaner en la realización del Pabellón de Sant Miquel del Hospital de Sant Pau.

'Castillo' modernista

Rubió construyó este edificio entre 1903 y 1905, dándole un estilo modernista muy marcado y que era con el que se habría formado. Erigió el hospital con ladrillo visto y una disposición circular que culmina en ocho torres cilíndricas

Su imagen recuerda a los castillos de fábula, pero la función era muy distinta: debía servir como pabellón de servicios del futuro sanatorio, que debía ubicarse un poco más al norte, en un lugar elevado para maximizar la exposición solar.

Uso en la Guerra Civil

Pero el edificio principal del hospital nunca llegó a levantarse completamente. La construcción de Rubió, en cambio, ya estaba hecha. He inutilizada. 

Si ese camino ya tenía poca salida, el estallido de la Guerra Civil truncó futuros planes, aunque le  dio una utilidad. Las estructuras existentes fueron parcialmente utilizadas por las Brigadas Internacionales como hospital de campaña durante el conflicto. El resto quedó en ruinas o fue demolido.

Dónde está

Hoy, el edificio circular, conocido popularmente como “el castillo”, es el vestigio más visible del sanatorio que nunca fue. De todas sus dependencias, el pabellón de los fregaderos es el que mejor se ha conservado, y es considerado por algunos expertos como una verdadera joya arquitectónica dentro del repertorio de Rubió. 

Su forma y diseño siguen despertando admiración entre los escasos visitantes que se atreven a adentrarse por Collserola, una zona montañosa y aislada de Barcelona, cuyos vecinos comparten su día a día con jabalíes y esta obra de arte.

Un patrimonio arquitectónico único

A pesar de todo, durante los últimos años, el edificio ha sufrido múltiples ocupaciones ilegales, actos vandálicos y un deterioro progresivo ante la falta de una intervención clara. Las entidades vecinales llevan años reclamando su rehabilitación y conversión en espacio cultural, pero las demandas siguen sin respuesta. 

Lo único que está claro es que este falso castillo forma parte del patrimonio arquitectónico de la Generalitat a la par que un recuerdo fantasmagórico del pasado. Can Rectoret sigue atrapado entre el abandono y la indiferencia.

Nuevos proyectos

Algo de vida, por eso, aún queda. En la zona donde debía construirse el cuerpo principal del sanatorio, hoy se levanta un centro cívico, pero la construcción de un aparcamiento en la calle Júpiter, iniciada por los propietarios hace unos años, quedó a medio camino y solo dejó tras de sí una estructura de hormigón que desentona con el entorno natural.

Presente y pasado se unen de nuevo en proyectos que nunca fueron. La historia de este lugar es, en última instancia, la historia de varias promesas incumplidas.