Publicada
Actualizada

La llamada “zona alta” de Barcelona tiene un doble significado. Para quien no la conozca, su nombre se debe a que esos barrios están a los pies y laderas de la sierra de Collserola, por tanto, en un espacio elevado, y por otro lado, porque allí suelen tener sus casas las clases altas de la ciudad.

Es allí donde, desde hace siglos, se han construido los grandes palacios, masías y caseríos que todavía lucen imponentes, al lado de otras casas y mansiones más modernas y de parecido lujo. Entre todas ellas, sobresale una por su gran tamaño, su revestimiento de blanco, su carácter modernista y, además, alojar uno de los mejores restaurantes asadores de la ciudad.

Dónde está

Para los conocedores del barrio de Sant Gervasi y del buen comer, igual les suena el nombre de Asador de Aranda. Este restaurante reconocido por sus exquisitos platos de carne a la brasa es un referente para foodies. Por su comida y por el espacio.

Entrar en este local situado en la avenida Tibidabo es hacerlo en una mansión con todas sus letras. Un edificio de hasta cinco plantas, con unos vitrales y decoraciones de estilo modernista que revisten lo que en su día fue un convento de frailes y antes una masía. Un caserío con historia que sigue haciendo historia.

Una masía con curas

Su historia más reconocida parte a finales del siglo XIX, pero en realidad su historia es anterior. Antes de que en 1822 la casa pasara a manos de Francesc Solernou i Vallès, un indiano de Manresa casado con María Guadalupe Fernández de Veracruz, este edificio era conocido como el Frare Blanc.

El nombre no era por su pintura blanca. La casa que la familia burguesa adquirió en una subasta, fue antes una masía típica catalana donde se había establecido una comunidad de frailes dominicos, cuyo hábito era blanco.

Primeros cambios

Con el paso de los años, la propiedad, que había permanecido en manos de la familia Solernou y Fernández, experimentó diversas transmisiones con los diferentes cambios de propietarios, aunque el definitivo partió en 1899.

La familia Parés i Cayol vendió la finca a la sociedad anónima El Tibidabo, integrada por destacados burgueses barceloneses. Este cambio de manos abrió el camino para una transformación decisiva: en 1903.

Casa Roviralta AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

El discípulo de Gaudí

Sí, a principios del siglo XX, la casa volvió a pasar a mano s de un indiano. Fue el accionista de la sociedad Teodor Roviralta. Él fue quien encargó la reforma del edificio que ahora luce imponente en la zona alta de Barcelona.

El indiano catalán confió la obra al arquitecto Joan Rubió i Bellver, discípulo de Antoni Gaudí. Las obras duraron toda una década. La voluntad era respetarla estructura original de la masía, añadiendo una planta extra y revistiendo las fachadas con un rebozado de color blanco, un homenaje de la nueva Casa Roviralta al apodo del Frare Blanc.

Una casa premiada

Este distintivo recubrimiento no solo rindió tributo al origen del nombre, sino que también imprimió al edificio una impronta modernista que le valdría el primer premio en el concurso anual de edificios artísticos del Ayuntamiento de Barcelona en 1914.

Pero si el plan era conservar el aspecto de la masía, poco a poco fue a más. El edificio se alzó en cinco niveles: planta baja, tres pisos y una buhardilla. Este es el aspecto que luce ahora.

Cómo es la Casa Roviralta

El elemento predominante es una torre central de cinco plantas, a la que se adosan dos cuerpos laterales. El lateral que mira hacia la Avenida Tibidabo consta de cuatro pisos y destaca por un voladizo de ladrillo en su galería superior. 

A nivel del primer piso, un elemento torreado de tres niveles, construido íntegramente en ladrillo, une mediante arquivueltas puntiagudas la planta baja con una terraza y una galería abierta, creando una transición fluida entre los espacios.

Una fachada de impresión

Este es solo el aspecto que se ve desde lejos, de cerca impresionan tanto su fachada como su entrada. El acceso al edificio se realiza a través de un pórtico coronado por una galería en voladizo, lo que genera un vestíbulo de gran amplitud en la planta baja. Este pórtico, con grandes arcos consecutivos y un techo decorado con un mosaico en el que se distinguen vigas de ladrillo, establece el tono monumental del inmueble.

Sobre su fachada, uno de los aspectos más sobresalientes es el uso expresivo del ladrillo. Los marcos de puertas y ventanas, las barandillas, pórticos, coronamientos y aleros están elaborados con ladrillo posado tanto en hilera como en cantos, configurando patrones decorativos que contrastan con las superficies lisas. 

Torre de la Casa Roviralta WIKIPEDIA

Las ventanas combinan este material con elementos cerámicos policromos en dinteles y zócalos, y una gran cornisa de voladizo, resultado de la disposición angular de los ladrillos que forman pequeños triángulos, refuerza la uniformidad y el dinamismo visual del conjunto.

Todo eso perdura, a pesar de la reforma de 1985. Fue entonces cuando la estructura modernista fue objeto de una nueva reforma para adaptarse a un uso completamente diferente: la creación de un restaurante. 

La nueva Casa Roviralta

Bajo el proyecto del arquitecto Antoni de Moragas y el dissenyador Miquel Milà i Sagnier, se preservaron con sumo cuidado tanto la estructura original como los detalles modernistas que tanto caracterizan al edificio.

Las antiguas caballerizas de la planta baja, que en su día formaron parte integral del diseño residencial, se transformaron en elegantes comedores, sin perder la esencia histórica y arquitectónica del conjunto.

Así es ahora el Asador de Aranda

En el interior, una gran escalera se erige como eje central, conectando la amplia zona de recepción –con vitrales y cristaleras de colores que bañan el espacio en luz y calidez– con los diversos salones que hoy albergan el restaurante.

El gran salón, dividido por tres arcadas apuntadas de ladrillo, y la fusión de vigas de madera policromados con trencadís cerámico, son testimonio del meticuloso esfuerzo por mantener viva la tradición modernista en un contexto contemporáneo. 

Por último, la cocina, repartida en dos espacios diferenciados a través de arcadas, conserva el encanto rústico con un horno de leña y un tejado de bovedilla de ladrillo. Todo este conjunto hacen que la Casa Roviralta, para muchos ahora solo sea, el Asador de Aranda, como se llama el restaurante. Aunque el modernismo perdura.

Noticias relacionadas