El pasado romano de Cataluña se cruza con cualquier vecino y turista a la que hace cuatro pasos. Casi en cualquier ciudad y municipio. A veces, lo hace para bien, otras, genera confusión.
Eso es lo que pase en una calle de Barcelona. Se trata de un edificio ubicado en la esquina de la calle Blanco con Joan Güell, junto a la plaza de Sants, que es la peor pesadilla de un cartero.
Cuatro números que hacen sufrir
Si uno mira la fachada nada sorprende de su construcción. No es una casa romana, aunque allí pudiera haber una domus, tampoco es modernista, ni de ningún estoico especial. Lo sorprendente es su numeración.
Hasta cuatro números, que en realidad son tres, aparecen incrustados en la pared. Además, cada uno de una forma distinta. Todo un edificio diseñado para poner a prueba la paciencia de los carteros.
Cómo es la calle
Este aparente desorden numérico no es fruto del azar. Los romanos tienen mucho que decir al respecto. Aunque a simple vista cueste de creer.
No hay nada que haga pensar que allí hay mucha más historia que la de la ciudad. La calle donde se encuentra esta peculiar vivienda, es peatonal, algo corta y, si por algo se caracteriza es por su forma serpeante, algo que se debe al terreno sobre el que está construida.
Pasado romano
La que ahora se conoce como calle Blanco en realidad fue una vía romana que ayudaba a conectar la antigua Barcino con la conocida Vía Agusta que cruza buena parte del territorio español y lo conectaba con la capital del Imperio, Roma.
Más concretamente, esta calle iba de Barcino a la Vía Subteriora o Vía Francesca, una variante de la histórica Vía Augusta. Este antiguo camino cruzaba la ciudad a través de lo que hoy son las calles de Portaferrissa, Carme, Sant Antoni, la avenida Mistral y Creu Coberta, antes de adentrarse en el entonces municipio independiente de Sants.
La casa de los números de Barcelona.jpeg
Pasado medieval
Pero Roma se quedó lejos, Barcino fue creciendo y Sants cada vez estaba más cerca de formar parte la ciudad. Así, durante la Edad Media esa vía se transformó para convertirse en el Camí Ral.
Este nombre es muy común en Cataluña. Así se denominaban los principales caminos públicos antes de la aparición de las carreteras modernas. La calle Blanco, por tanto, fue una de esas vías públicas.
Más modificaciones
Este no fue el único cambio. A lo largo de los años, la calle Blanco ha sufrido importantes modificaciones. Según el nomenclátor de Barcelona, su nombre aparece documentado desde 1847, vinculado a un antiguo propietario apellidado Blanch, de donde vendría su nombre actual.
Otro de los cambios sufridos tiene que ver con su tamaño. Como pasa con las personas, el paso del tiempo ha hecho menguar la calle. Si hasta los años 60 esta vía atravesaba la actual plaza de Sants, la apertura de nuevas calles, como Joan Güell, y la recuperación de la antigua fábrica del Vapor Vell le han ido arrebatando metros.
Recortes y números
Este último cambio es, tal vez, el más importante que ha sufrido la antigua vía romana. Los recortes también han provocado que la numeración de los edificios cambie.
Cualquiera que pase por allí hoy en día puede ver una finca en cuya fachada se pueden leer hasta tres números distintos: 5-7, 11 y 25. ¿Qué ha pasado?
La explicación de este fenómeno
La respuesta la tiene el propietario de la finca. Conocedor de la historia de esta calle y del edificio. Si bien la dirección actual correcta es la menor, el portal 5-7, decidió añadir a la fachada la numeración antiguo.
Así, quien pasa por delante del inmueble puede apreciar que allí se encuentra también dos placas viejas placas, una blanca y otra azul con los números 11 y 25.
Un fenómeno viral
El reconocimiento a la historia provoca dos cosas. Por un lado, la confusión de más de un cartero que a la hora de entregar el correo postal puede llegar a confundirse. Por el otro convertirse en un fenómeno, algo así.
Esta peculiaridad la ha convertido en una especie de monumento urbano y un fenómeno en redes. Ya circulan vídeos en TikTok, Instagram y demás hablando de esta particular finca que empieza a ser viral. Una curiosidad ideada por un vecino que es un éxito para la difusión de la historia y una pesadilla para los carteros.
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