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El pasado 7 de noviembre se conocía la noticia que la química e investigadora Ana María Lajusticia Bergasa fallecía a los 100 años. Pionera de la nutrición y la dietética en España, además de una divulgadora incansable del poder de los complementos alimenticios para mejorar la salud era conocida sus famosos comprimidos.

La cara de esta reconocida mujer ha quedado siempre guardada en las retinas de los españoles. Y es que, cuando revolucionó el mundo de la nutrición y la farmacia, le puso su nombre a las pastillas y el logo de las mismas era su rostro. A muchos, en su día, les pareció curioso el nombre de Ana María Lajusticia, sonaba incluso gracioso a ojos de un consumidor del siglo XXI, pero en realidad fue símbolo de proximidad y una gran manera de recordar el producto. Una visionaria.

Entre Bilbao, Girona y Madrid

Nacida en Bilbao el 26 de julio de 1924, desde muy joven mostró una curiosidad y disciplina excepcionales. No lo tuvo fácil. Forjada bajo las dificultades económicas y personales que marcaron su juventud tras la Guerra Civil, ser mujer con iniciativa profesional en la época franquista no era un campo de rosas. 

Impulsada por su pasión y lejos de resignarse a ser una esposa y ama de casa, su interés en la ciencia la llevó a estudiar Química en la Universidad Complutense de Madrid, convirtiéndose en una de las pocas mujeres de su tiempo en graduarse con honores. Y eso que no lo pasó bien en sus años de estudiante. Funcionó. Con sólo 24 años, ya era Jefa de los Laboratorios MINERSA, y supervisaba procesos de extracción minera en lugares como Osor, en Girona.

Experimentación con su dolencia

Los siguientes años, por eso, tampoco estuvieron exentos de dificultades. Tras años de problemas de salud, incluyendo el uso de un corsé ortopédico durante 21 años y un diagnóstico de diabetes tipo II. Si Frida Kahlo hizo arte con su dolor, la española comenzó a investigar cómo su dieta y estilo de vida impactaban en su bienestar. 

Este proceso de descubrimiento la llevó a ajustar su alimentación y a incorporar magnesio en su dieta, con resultados que marcaron un cambio radical en su salud. A partir de sus experiencias, decidió fundar su propia marca de complementos alimenticios, pero eso, llegaría más tarde. 

Libros y pastillas

En 1970, Lajusticia comenzó a compartir sus conocimientos a través de libros y conferencias, alcanzando gran éxito con obras como El Magnesio, clave para la salud, que se convirtió en un bestseller en su época y se tradujo a múltiples idiomas. Pero no se quedó ahí, escribió más de una docena de títulos sobre temas variados, desde el colesterol hasta la osteoporosis, siempre con un enfoque en la importancia de una nutrición equilibrada y el uso de complementos alimenticios para apoyar la salud. 

A los 52 años, tras varios libros publicados y tras sacarse el corsé, la química se trasladó a Barcelona y abrió un herbolario que fue el inicio de su negocio de complementos. En 1980 nacía la marca Ana María Lajusticia.

Lajusticia y las redes: últimos años

El negocio funcionó de maravilla. Su nombre, su cara y, sobre todo, sus pastillas y comprimidos se popularizaron a gran velocidad. Todos conocían su nombre, le ponían cara y la querían por la ayuda que le reportaban. Luego se lo quedó la empresa familiar Distribuciones Feliu S.L., pero su creadora siempre estuvo involucrada hasta prácticamente sus últimos años de vida.

Lajusticia se adaptó a los nuevos tiempos, mantuvo una presencia activa en las redes sociales hasta los 97 años, creando una comunidad de más de 600,000 seguidores en el canal de YouTube de su marca. A través de talleres, conferencias y vídeos semanales, continuó educando a sus seguidores sobre la importancia de la nutrición y el estilo de vida saludable. No fue hasta 2022, a los 98 años, cuando la química decidió retirarse de los medios de comunicación, dejando a su nieta, Lara Feliu, como embajadora de su marca. Su muerte ha supuesto un duro impacto. Ana María siempre fue una persona cercana, querida y una gran profesional que hizo de la adversidad, no solo un negocio, sino una virtud: ayudar a los otros.