El imperio romano pasó por la Península Ibérica y no sólo arrasó con varios de los pueblos íberos existentes ya en el territorio, también dejó uno de los más ricos legados históricos que tiene España. Cataluña, además, tuvo un papel crucial. El mayor ejemplo es Tarraco, ciudad monumental por ser puerto comercial estratégico ahora y en la era romana.

Entre los restos más destacados que han perdurado a lo largo de los siglos se encuentran monumentos icónicos como el anfiteatro de Tarragona, las murallas de la misma ciudad y el acueducto de Les Ferreres (conocido como el "Puente del Diablo"). Claro que fuera de Tarragona se pueden ver las termas de Caldes de Montbui, la necrópolis de Barcino o la ciudad greco-romana de Empuries. Vestigios que permiten visualizar la magnitud y el poder de la Roma imperial en Hispania.

Una joya oculta

La presencia del imperio romano en Cataluña fue especialmente importante debido a su posición estratégica en el Mediterráneo y su función como paso obligado entre las provincias de Hispania y el resto del imperio. Las ciudades romanas florecieron en este territorio, y entre ellas se encontraba mucho menos conocida, Ausa, la actual Vic

Aunque no es tan conocida por su pasado romano, esta ciudad a la entrada de los Pirineos tiene una de las joyas romanas más destacadas de Cataluña. Muchas de las construcciones romanas del municipio han sucumbido al paso del tiempo, sí, pero una en particular ha resistido casi intacta y se ha convertido en el mejor testimonio del esplendor arquitectónico de aquella época en la región: el Templo Romano de Vic.

El templo romano mejor conservado

Convertido en un auténtico testimonio de la arquitectura y religión romana, este espectacular edificio es considerado el templo romano mejor conservado de Cataluña. Conocido antiguamente como el Templo de Ausa, fue construido entre los siglos I y II d.C., un periodo en el que la dominación romana estaba plenamente consolidada en Hispania. Su función original probablemente estuvo relacionada con el culto a los dioses romanos o al culto imperial, una práctica común en las ciudades de todo el imperio.

El templo se levanta sobre un podio y cuenta con una cella, la cámara interior donde se situaban las estatuas de las deidades, junto con un atrio que exhibe un impresionante conjunto de ocho columnas corintias. Aunque no es tan famoso como otros monumentos romanos, su estado de conservación y la historia que lo rodea lo convierten en una parada obligada para cualquier amante de la historia. Ubicado en el Carrer del Pare Xifré, 2, en pleno corazón de Vic, el templo es uno de esos tesoros que puede pasar desapercibido, pero que merece toda la atención.

El descubrimiento del templo

El descubrimiento de este vestigio romano fue uno de los momentos más fascinantes de la arqueología catalana. En 1882, durante la demolición de las ruinas del castillo de los Montcada, que había quedado en desuso, apareció este monumento en perfecto estado de conservación. Pero hay más. 

El castillo a demoler fue mandado a construir en el año 897 por Guifré el Pilós (figura legendaria de Cataluña y fundador de la Casa de Barcelona), pero gracias a esas excavaciones se descubrió que en realidad se levantó aprovechando las paredes del antiguo templo romano. 

Templo romano de Vic Freepik

Cómo se conservó

Claro que no hay mal que por bien no venga. El hecho de quedar “escondido” durante siglos dentro de la estructura medieval, permitió que se mantuviera protegido de las inclemencias del tiempo y del desgaste humano.

En cambio, el castillo pasó por diversas funciones a lo largo de su historia: fue residencia de nobles, granero y hasta prisión. Nunca hasta entonces se encontró el templo romano o, al menos, no hay documentación que haga referencia al respecto. Fue en 1882, con el derribo de las estructuras medievales, que emergió el templo en un estado casi perfecto, permitiendo a los habitantes de Vic descubrir una parte olvidada de su pasado.

Cómo es el templo

Este templo es, sin duda, un reflejo de la importancia que tuvo la ciudad de Ausa en tiempos romanos. Aunque la adopción del cristianismo en el siglo IV probablemente significó el cese de su uso como lugar de culto, el edificio siguió siendo relevante, posiblemente como sede de alguna función pública. Hoy, su estructura imponente, con el podio elevado y las ocho columnas que conforman su atrio, siguen siendo elogiadas tanto por expertos como por turistas.

Una de las curiosidades más notables del Templo de Vic es la inscripción de nombres en las columnas. Cada uno de los fustes tiene grabado el nombre de un vicense ilustre, lo que añade una capa extra de significado para los habitantes de la ciudad. Además, el fuste original encontrado en las ruinas está integrado en la columna dedicada a Serra i Campdelacreu, como homenaje a quien descubrió el monumento, un detalle que convierte la visita en una experiencia aún más personal y única.

Cuándo ir

Para quienes deseen visitar este extraordinario monumento, el Templo Romano de Vic está abierto al público de martes a sábado, de 10 a 13h y de 18 a 20h, y los domingos de 18 a 20h. 

La entrada es completamente gratuita, lo que convierte este viaje al pasado en una oportunidad al alcance de todos. Caminar por las mismas piedras que una vez pisaron los romanos es una experiencia que, sin duda, deja una profunda impresión.

Cómo llegar

Quien quiera acercarse a Vic para ver este templo puede acercarse hasta allí en Rodalies o bien en coche. En transporte público se tarda hora y media con la línea R3 que sale de Sants, en vehículo privado, uno hora.

Si se opta por esta última opción, se recomienda ir por la autopista C-17, también conocida como la Eix del Congost, hasta llegar a las salidas que indican el acceso a Vic. La ruta está bien señalizada, y una vez en el término municipal de Vic, es sencillo seguir las indicaciones hacia el centro de la ciudad, donde se encuentran el templo romano.

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