La historia a veces no es justa. No siempre se tiene toda la información necesaria, muchas personas que hicieron mucho por el país quedan en el anonimato y hay incluso quienes se llevan el mérito de otro. Eso es precisamente es lo que pasó con Gaudí y Jujol.
La culpa de todo, en este caso, lo tiene otro famoso arquitecto modernista, Lluís Domènech i Montaner. El barcelonés, encargado de la exhumación de los restos del rey Jaime I en la catedral de Tarragona en julio de 1908, en una crónica de sus tareas afirmó que entre los presentes a la inauguración del nuevo mausoleo que construyó estaba “Jujol, ayudante de Gaudí en una obra de Tarragona”.
¿Una obra de Gaudí o de Jujol?
La obra a la que hacía referencia el creador del Palau de la Música de Barcelona es la del Teatre Metropol de Barcelona. O bueno, la reconversión en espacio cultural de la Casa Mercè Mirall que, durante mucho tiempo, se pensó que era obra de Gaudí, cuando en realidad lo fue de su alumno más aventajado, Josep Maria Jujol.
La confusión se puede entender. En la misma época que Jujol iniciaba esta primera obra suya completamente en solitario, ayudaba a su maestro en la construcción de la Pedrera, por lo que era normal pensar que en Tarragona pasaba lo mismo. En realidad lo que sucedió es que la obra en Tarragona sí fue promovida en parte por Gaudí, pero el genio modernista vio en su joven colaborador, recién salido de la carrera, el talento necesario para este ambicioso proyecto y lo dejó en sus manos.
Problemas con las obras
Jujol no lo tuvo fácil. Hubo muchas controversias y detractores, que impidieron al arquitecto completar algunos elementos del diseño, como la intervención en la boca del escenario. El teatro se desarrolló como una estructura con dos pisos superiores de butacas y una platea que salvaba el desnivel entre dos calles, aportando a la Rambla Nova una intervención que se percibe como una metáfora religiosa.
En cualquier caso, la construcción del teatro, iniciada en 1908, es un hito en la carrera de Jujol, quien, por primera vez, desarrolló un espacio escénico que rompe con los cánones convencionales de la arquitectura teatral de la época. El encargo a Jujol surgió como una propuesta audaz: transformar el jardín en un teatro que condujera a los espectadores a un viaje imaginativo, inspirado en la forma de un barco que surca las olas.
Un teatro con forma de barco
El Metropol, que en su día tenía otro nombre, se levanta sobre los antiguos jardines de la Casa Mercè Mirall. Este edificio era una residencia construida en 1863 que pertenecía al Patronat Obrer, una entidad que en aquel entonces tenía su entrada por la calle Armanyà. Por eso, tras finalizarse, se llamó Teatre del Patronat Obrer.
Lo más sorprendente de esta obra, no es este giro en las funciones del edificio, sino su forma. Jujol vio en ese futuro teatro un "barco que conducía a los espectadores hacia el mar de la salvación". Una vez finalizada la obra, su frase adquirió sentido.
Cómo es
Pero más allá de su forma exterior e interior, el arquitecto también prestó especial atención a los detalles decorativos, dotando al teatro no sólo de un simbolismo marítimo sino también religioso. En el interior del Metropol todavía se aprecian las referencias a la navegación y al mar: barandillas trabajadas como las de los barcos, pasamanos que se asemejan a agujas de tejer redes, y un conjunto de elementos que evocan la experiencia de estar en el fondo del océano, como peces, quillas de barcos y decoraciones con motivos marinos.
Estas características, sumadas a dedicaciones a la Virgen y otros símbolos religiosos, convierten al Metropol en un espacio que va más allá de lo escénico, invitando al espectador a un viaje espiritual y sensorial único.
El Metropol fue concebido utilizando una estructura metálica que resolvía los complejos problemas estructurales del espacio. Jujol empleó delgadas columnas y vigas en espiral para sostener las gradas y la galería, y utilizó las mismas estructuras metálicas como tirantes y soportes decorativos, logrando una fusión única entre funcionalidad y estética.
La pasarela que conecta la casa de la Rambla Nova con la sala del teatro está flanqueada por barandas hacia el interior y se abre al patio, con balconeras que se abren hacia fuera, algo inusual en su diseño. Jujol justificó esta decisión como una forma de mantener el flujo de los espectadores al ingresar al teatro, mientras mantenía a la vista las referencias marítimas desde el momento en que se entra al recinto.
Destruido por la Guerra
Mantener este espacio vivo ha sido casi más difícil que su construcción. Durante la Guerra Civil, una bomba destruyó la galería vidriada que daba al patio interior, la cual fue reconstruida más tarde con un diseño diferente. En las décadas siguientes, el teatro también fue adaptado como una sala de cine, lo que implicó algunas modificaciones, incluida la apertura de una entrada adicional por la Rambla Nova. Ya a finales de los años 80, el Metropol fue clausurado debido a sus deficientes condiciones de seguridad, lo que puso en peligro la preservación de esta obra maestra de Jujol.
Para salvar su legado, el Ayuntamiento de Tarragona adquirió el edificio en 1991. Desde entonces, se inició un cuidadoso proceso de rehabilitación liderado por Josep Llinàs, que se completó en 1995. El arquitecto buscó respetar la esencia original del teatro, manteniendo la magia que Jujol había impreso en su estructura, pero adaptándola a las necesidades y comodidades del público contemporáneo.
Un edificio histórico premiado
La restauración del Metropol fue galardonada con el premio FAD de Arquitectura en 1996, destacando la capacidad de Llinàs para mantener el espíritu de Jujol mientras actualizaba el edificio para cumplir con los estándares modernos de seguridad y confort. Así, hace casi 30 años que el teatro cuenta con una programación estable de teatro, música y danza a lo largo del año.
En 2022, el teatro fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) por la Generalitat, reconociendo su valor histórico y arquitectónico. Hoy, el Metropol sigue siendo mucho más que un simple teatro: es un símbolo de creatividad, un lugar donde la arquitectura y el arte escénico se fusionan con la historia para ofrecer una experiencia única. Un viaje en un barco modernista que pocos pueden olvidar.