Hay un estilo de casas en Cataluña que son muy conocidos. Se trata de las masías, una gran casa de campo muy popular en la edad media que tenía varias plantas y servía de alojamiento a familias que trabajan la tierra.
La planta baja de estos edificios se usaba para actividades agrícolas y ganaderas, mientras que los pisos superiores se destinaban a la vivienda. Estas edificaciones estaban diseñadas para ser autosuficientes, albergando a la familia propietaria y a los trabajadores, y contando con almacenes, bodegas y establos.
Historia de las masías
Las masías fueron el núcleo de la vida rural en Cataluña, especialmente desde la Edad Media hasta el siglo XIX, cuando la llegada de la filoxera y la industrialización provocaron su declive. Dar una vuelta por el territorio evidencia esta dejadez. Son muchas las masías que se ven a lo lejos en las carreteras. Algunas de ellas habitadas y renovadas, otras abandonadas y, algunas, okupadas.
No es raro encontrar varias de estas masías en los portales inmobiliarios. La mayoría se venden como auténticas gangas a reformar, porque están destrozadas. Otras, en cambio, lucen como auténticas mansiones gracias a las restauraciones a las que se han sometido, estando adaptadas a nuevas funciones, como alojamientos turísticos, restaurantes y centros de actividades rurales.
Símbolo de resistencia
A pesar de que ahora sean objeto de la especulación inmobiliaria, a partir de la Edad Media, las masías se convirtieron en el eje vertebrador de Cataluña. En un tiempo en el que la agricultura era la principal fuente de sustento, las masías y sus habitantes desempeñaron un papel crucial en el desarrollo económico y cultural de la región.
Algunas de ellas han sorteado el paso del tiempo y el abandono, e incluso la especulación inmobiliaria. Pero sólo una de ellas puede presumir de ser la más antigua que se mantiene en pie y resistir. De hecho, se ha mantenido en pie porque sigue siendo familiar.
La masía más antigua
Ubicada en el corazón del Parque Natural del la Garrotxa, el origen de esta masía se remonta al siglo XII y ha sido habitada desde entonces por la misma familia. Desde el año 1182 y durante 26 generaciones, cada uno de los responsables de Can Rovira la ha mantenido viva, reformándola y adaptándola a sus necesidades y a los tiempos.
La masía conserva buena parte de su estructura original. Es un edificio de planta rectangular, al que con los años se le han añadido varios anexos a ambos lados. Las paredes exteriores están enlucidas imitando sillares y hay dos grandes puertas adinteladas que dan acceso al interior.
Cómo es
La edificación principal presenta la estructura de una masía de toda la vida, con su planta baja y dos pisos superiores más. Si bien ya no se llevan a cabo actividades agrícolas en la planta inferior, la primera y segunda no han estado exentas de reformas.
En la parte superior hay un gran tragaluz de estilo modernista que da al sur y ofrece una claridad enorme al interior de casa. Los elementos ornamentales de la claraboya y la cenefa superior están hechos con piezas cerámicas vidriadas de diferentes colores.
Última reforma
El estado de la casa, en cualquier caso, ha cambiado un poco. La edificación actual fue realizada en 1916 por Miquel Pallàs, quien llevó una reforma casi integral para reforzar una masía que, a lo largo de los siglos, no solo ha sido un hogar, sino también un centro de actividad económica, social y cultural.
A pesar de los cambios, las masías siguen siendo un símbolo importante de la identidad catalana. Representan una conexión con el pasado y un ejemplo de cómo las familias han sabido adaptarse y sobrevivir a lo largo de los siglos. La masía de Can Rovira, en Sant Miquel de Campmajor a hora y media de Barcelona, es un testimonio viviente de esta historia de resiliencia y adaptación.
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