En la Edad Media, las personas llevaban una vida cotidiana influenciada por la religión y el ciclo agrícola, comenzando su día al amanecer trabajando en campos o talleres dependiendo de su rol en la sociedad mientras que los campesinos cultivaban la tierra y cuidaban del ganado.
La educación estaba reservada a los clérigos y a los hijos de los nobles; y en su tiempo libre, disfrutaban de juegos, cuentos y música. La vida en los castillos y en las ciudades también implicaba la formación de gremios y el aprendizaje de oficios, además de la participación en ferias y torneos que ofrecían un respiro a la rutina diaria.
Hace poco te descubrimos cómo dormían en esta época y de qué manera y ahora te desvelaremos cuál era su extraña rutina a la hora de ducharse.
La Higiene en la Edad Media
Las prácticas de higiene en la Edad Media, especialmente, entre los campesinos han sido a menudo malinterpretadas atribuyéndoles una reputación de descuido y suciedad.
Sin embargo, a pesar de la ausencia de agua corriente y otras comodidades modernas, las personas de esa época mantenían normas de limpieza que incluían lavarse regularmente; en especial, las manos antes y después de las comidas, una práctica que reflejaba buenos modales en un tiempo donde el uso de cubiertos no era común.
Las clases más acomodadas tenían acceso a baños más frecuentes y mejores instalaciones sanitarias en castillos, casas solariegas, monasterios y ciudades, que a veces disponían de agua corriente mediante sistemas de cisternas y gravedad.
Suministro de Agua
En las aldeas, el suministro de agua provenía de manantiales, ríos, lagos, pozos y cisternas, siendo la proximidad a una fuente de agua fiable un factor crucial en el asentamiento de poblaciones.
Los castillos, por su parte, contaban con pozos revestidos de mampostería y cisternas para recoger agua de lluvia, y a veces utilizaban complejos sistemas de tuberías de plomo, madera o cerámica para distribuir el agua por diferentes partes del castillo. Este ingenioso sistema también se aplicaba en monasterios y algunas ciudades, que aprovechaban canales y conductos para facilitar el acceso al agua potable y gestionar la eliminación de residuos.
Rutina de baño
La obtención de agua era una tarea difícil, lo que hacía que los baños completos diarios fueran raros. De hecho, eran considerados un lujo debido al coste del combustible para calentar el agua y se limitaban a un par de veces al año para muchos, incluidos los monjes. A estos se les permitía bañarse usando barriles o bañeras de madera, llenándolas solo parcialmente y vertiendo el agua caliente sobre el cuerpo en lugar de sumergirse completamente.
Los campesinos se conformaban con lavarse con agua fría en palanganas, realizando este ritual diario al terminar sus labores agrícolas.
Además, usaban soluciones alcalinas para lavar el cabello como ramitas de avellana y trozos de tela de lana para limpiar los dientes, y los hombres se afeitaban, semanalmente, con los monjes haciéndolo a diario entre ellos.