La gastronomía catalana se caracteriza por una gran variedad de productos de alta calidad, tanto del mar como de la tierra. En la costa, destacan los pescados y mariscos frescos, como el pescado de roca o las gambas de Palamós; mientras que en el interior, son típicos los embutidos como la butifarra y el fuet.
Además, la región es famosa por sus aceites de oliva, especialmente el de Siurana, y sus vinos, como los del Penedès o el Priorat. No faltan los productos de la huerta, como los tomates y los pimientos de Padrón, así como las frutas de temporada, como las castañas o las chirimoyas. ¿Cuál es tu alimento preferido?
Origen del consumo de los caracoles
Y hablando de gastronomía catalana, hemos de mencionar los caracoles son considerados comestibles en ciertas áreas como en la región mediterránea, mientras que en otras culturas se considera un alimento tabú. La producción de caracoles para su consumo se denomina helicicultura.
Antiguamente, se tenía muy marcada su estacionalidad, de abril a junio. Sin embargo, gracias a las técnicas de cría de caracoles, hoy en día, están disponibles todo el año.
En España, la costumbre siguió teniendo continuidad como se puede comprobar en la literatura gastronómica de ese momento. En el Libro del arte de cozina, del siglo XVII y publicado por Diego Granado -jefe de cocina de la Casa Real Española, se dedica un apartado al caracol. Allí explica sus características biológicas, cómo limpiarlos y diversas recetas sobre cómo guisarlos, freírlos, etc. Curiosamente, este se publica en el 1614 en Lleida, ciudad famosa por la tradición culinaria del caracol.
En la Fiesta del Aplec de Lleida se celebra el encuentro de miles de personas al aire libre y en torno a una temática que, en este caso, son los caracoles. Actualmente, es una fiesta gastronómica, bastante conocida en Cataluña y en el resto del Estado. Es a finales de mayo y es por eso que se dispara, exponencialmente, su venta durante estos meses.
El debate eterno de los caracoles
El debate sobre si comer o no caracoles es un tema que genera opiniones divididas. Por un lado, están los amantes empedernidos que defienden su consumo por su sabor único y su textura delicada, especialmente, cuando se preparan con salsas sabrosas, a la brasa o con ajo y perejil.
Y sin embargo, hay quienes se muestran reticentes a comer caracoles debido a la repulsión que provoca el hecho de que son animales y, encima, están viscosos. Algunos lo consideran un alimento exótico y no comprenden la idea de comer un molusco.
El proceso de preparación también puede generar dudas, ya que requiere de una limpieza minuciosa para evitar el riesgo de parásitos o residuos de tierra. Para los más preocupados por la ética alimentaria, el debate puede extenderse a si es moral comer caracoles; ya que, aunque no son animales de gran tamaño o complejidad, su recogida y consumo implica la muerte de estos.
¿Prefieres comerlos o verlos 'correr' por el campo?
Propiedades de los caracoles
La carne del caracol presenta varios beneficios frente a otras carnes, destacando el bajo contenido en calorías y grasas. La información nutricional puede variar según la especie del caracol y según quién realice el análisis nutricional. Aun así se puede decir que son ricos en nutrientes inorgánicos: por un lado, tienen un 82% de agua y por otro, tienen minerales como magnesio y hierro.
Además, poseen un alto porcentaje de niacina (vitamina B3), ya que por cada 100 g de carne de caracol se aporta hasta un 55% de la IDR (en mujeres) y un 41% IDR (en hombres). El consumo de caracoles es una buena fuente de selenio y provee hasta el 50% (en mujeres) y el 30% (en hombres).
Por su alto contenido en hierro, se recomienda la ingesta de caracoles a personas que sufren anemia ferropénica (anemia por falta de hierro). En general, el consumo regular de caracoles es beneficioso para el tratamiento de la depresión, para fortalecer los sistemas nervioso e inmunológico, para prevenir cardiopatías y para regular la glándula tiroides.
Baba de caracol
Y para los que no les gusta comer caracoles, existe otra posibilidad: la de ponerse baba de caracol, ahora tan comercializada para productos de la cara. Se transforma en colágeno natural, un producto con capacidades regeneradoras que aporta firmeza a la piel.
Los caracoles son los mismos que se utilizan para comer, pero estos tienen la suerte de marcharse vivos. Estos animalitos hibernan durante meses y están activos en primavera y verano, cuando encuentran las condiciones óptimas de lluvia y temperatura.
Es rico en calcio para que sus conchas se mantengan fuertes y basta con un poco de agua para que se mantengan en buen estado; justo hasta el momento de obtener su baba, después ya se ultracongela a -80 grados.
El último paso es liofilizar la baba para garantizar su perfecta conservación: medio kilo de esta secreción se transforma en 5 gramos de colágeno natural en polvo, más sencillo de transportar y distribuir.