Rob Reiner, director de cine

Rob Reiner, director de cine Europa Press - BRIAN ACH - Fotomontaje CG

Examen a los protagonistas

Rob Reiner

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La peor manera de morir

Triste final el del cineasta Rob Reiner (Nueva York, 1947 – Los Ángeles, 2025), degollado junto a su esposa por uno de los tres hijos de ambos, Nick, sujeto desastroso y problemático enganchado al alcohol y las drogas que nunca dejó de amargarles la vida a sus padres, hasta que optó por amargarles también la muerte.

Es, también, una muerte extraña para alguien que se pasó la vida rodando películas optimistas que no denotaban para nada el más mínimo espíritu atormentado. Nuestro hombre se especializó en eso que sus compatriotas definen como feelgood comedies, o sea, comedias que te hacen sentir bien (aunque a mí, por regla general, me revienten más que otra cosa: donde este una dark comedy -comedia negra-, que se quite todo).

Hijo del magnífico cómico Carl Reiner (creador de El show de Dick Van Dyke, donde se reservó el papel del odioso jefe del señor Van Dyke, cuyo centenario celebramos la semana pasada), Rob se estrenó en 1985 con una de sus mejores películas, This is Spinal Tap, falso e hilarante documental sobre una banda ficticia de heavy metal que, en realidad, había salido de la mente calenturienta de Christopher Guest, quien luego firmaría varios largometrajes más en la misma línea, pero centrándose en otros colectivos ridículos, como los grupos de teatro aficionado (Waiting for Guffman), los concursos de perros (Best in show) o los músicos de folk americano (A mighty wind). La última película del señor Reiner, curiosamente, ha sido la secuela de This is Spinal Tap, titulada Spinal Tap II: The end continues, que en España se puede encontrar en Amazon Prime.

Luego vinieron Cuenta conmigo (1986), una adaptación de Stephen King; La princesa prometida (1987), con la célebre línea de Mandy Patinkin: “Soy Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Vas a morir”; Cuando Harry encontró a Sally (1989) y Misery, regreso a Stephen King con grandes interpretaciones de Kathy Bates y James Caan. Y a partir de ahí, me di de baja del cine del señor Reiner, pues empalmó una serie de feelgood comedies a cuál más indigesta de las que les ahorraré hasta los títulos.

Yo diría que lo mejor que hizo durante sus últimos años fue poner verde a Donald Trump siempre que tenía ocasión. Y el Donald se lo tuvo muy presente, ya que, después de ser asesinado, lo único que se le ocurrió decir de él es que era un perturbado obsesionado con su persona que atraía mucho odio con su lamentable manera de ir por la vida. Señorial, ¿verdad? Te degüella tu hijo el zumbado y el presidente de tu país te hace un traje de torero y solo le falta presentarse en tu funeral para mearse en tu tumba.

Hollywood ha tenido todo tipo de muertes sórdidas, pero me temo que la del pobre Rob Reiner -que parecía, básicamente, un tipo decente- se lleva la palma.