El expresidente de la Generalitat, Pere Aragonès

El expresidente de la Generalitat, Pere Aragonès David Zorrakino Europa Press

Examen a los protagonistas

Pere Aragonès

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La figura del político que renuncia a un chollo es prácticamente inexistente en España, incluida Cataluña, ya que en esos asuntos nadie recurre al famoso fet diferencial. De ahí la sorpresa causada por el expresidente de la Generalitat, Pere Aragonès (Pineda de Mar, 1982: de ahí su simpático alias, El Petitó de Pineda), al anunciar que renuncia al sueldo de expresidente de una nación sin estado para ponerse al frente de la compañía hotelera de su señor padre.

Es jove, sentenció Artur Mas, también expresidente y conocido en ciertos ambientes como el Astut Mas, por lo bien que jugó sus cartas (¡y las nuestras!) en los albores del prusés. Como si pensara: “Si tuvieras mi edad, estimado Petitó, no solo no renunciarías a nada, sino que te agarrarías cual a clavo ardiendo a cualquier chollo al que tuvieras derecho”.

Solo le faltó añadir que estaba dando muy mal ejemplo a los futuros expresidentes de la Generalitat, a los que abochornaba por adelantado con su insensata decisión. ¿Un político español que renuncia a un sueldecillo apañado? ¡Pero esto dónde se ha visto!

No sé qué tal le irá como empresario de la hostelería, pero muy tonto ha de ser para hacerlo peor que cuando presidía el gobierno autónomo (bueno, sí, Puchi lo hizo todo mucho peor: ¡y ahí lo tenemos, muerto de asco en Flandes junto al cleptómano Comín y el graller honorifico Puig i Gordi).

También es verdad que le tocaron tiempos convulsos y que casi lo echamos de menos cuando nos lo cambiaron por Quim Torra, fanático desagradable con una querencia exagerada a la ratafía, que hay que ser muy patriota para bebérsela. O muy hombre, no sé.

Eso sí, si el Petitó de Pineda no logró ser el presidente más destacado de la Generalitat, sí logró ser el más bajito. Hasta el extremo de que cada vez que recibía a alguien en el Palau de la Generalitat, daba la impresión de que el recién llegado le iba a preguntar donde estaba su padre, tras asestarle un par de cariñosas collejas en la closca.

Pero seamos positivos. Pere Aragonès i García podría haber seguido el ejemplo de tantos políticos catalanes y españoles, haber recurrido al acreditado sistema de las puertas giratorias y colocarse en algún consejo de administración de una compañía de campanillas con su agenda bajo el brazo.

Al optar por suceder a su progenitor en la empresa familiar se aprecia, por un lado, escasa imaginación y, por otro, cierta responsabilidad burguesa del modelo Si vols estar ben servit, fes-te tú mateix el llit (nunca mejor dicho, con permiso de las Kellys).

Como siempre hay alguien que no está contento, el sector del alquiler de habitaciones a guiris la ha tomado con el Aragonès hotelero y está empezando a intuir actividades en su contra cuando estaba al frente del gobiernillo. Wait and see, que dicen los anglos.