
Michael Madsen, actor de Kill Bill y Reservoir Dogs
Nos ha dejado antes de tiempo el actor norteamericano Michael Madsen (Chicago, Illinois, 1957 – Malibú, California, 2025), víctima, aparentemente, de un infarto letal. Muchos lo descubrimos a principios de los años 90 en la película de Quentin Tarantino Reservoir dogs, dando vida al personaje más psicótico de la pandilla de atracadores vestidos de negro, alguien capaz de bailar y canturrear mientras le corta una oreja a un pobre secuestrado mientras suena la canción de Stealer´s Wheel Stuck in the middle with you.
Michael Madsen se especializó, o lo especializaron, en papeles de malo con cierto glamour. Aunque rodó algunas películas en las que hacía de buena persona (pensemos en Liberad a Willy y Liberad a Willy 2), fueron más aquellas en las que interpretó a sujetos poco recomendables, consiguiendo casi siempre que prestáramos especial atención al ser humano de mala calidad que le había tocado. A mí me recordaba un poco a Robert Mitchum: mostraba ciertas hechuras de actor de los años 40 o 50 y era capaz de dotar de carácter y personalidad al matón más infame.
Pese a su aspecto de duro, el señor Madsen se dedicaba a la poesía, llegando a publicar varios libros. Su hermana actriz, Virginia Madsen, fue una entrañable femme fatale de videoclub. Acabó fatal con sus tres ex mujeres, con las que tuvo cinco hijos (uno de ellos, Hudson, militar, se voló la cabeza a los veintiséis años mientras estaba destinado en Maui, Hawai, y Madsen siempre acusó a la madre, Deana, de haberlo incitado al suicidio).
Michael Madsen tenía su lado oscuro, que tal vez le fuese de utilidad para preparar sus personajes, pero que le jugó malas pasadas a lo largo de su vida. Con problemas de alcohol y drogas, en Hollywood estuvieron varias veces a punto de darlo por amortizado, y, finalmente, el mal fario se cumplió hace unos pocos días. Seguía luchando contra el alcohol, pero no parecía estar ganando la batalla, sino siguiendo el método que confesaba Leonard Cohen en una de sus canciones: “Luché contra la botella/ Pero tuve que hacerlo borracho”.
Da la impresión de que este hombre que tocó fondo varias veces en su vida acabó finalmente reventando. Afortunadamente, nos quedan sus películas. Y su habilidad para hacer interesante cualquier personaje, hasta los más banales, hasta aquellos en los que parecía que no había mucho que rascar. Michael Madsen fue un gran secundario que mejoró los largometrajes en los que apareció con su mera presencia, algo anticuada, pero en el mejor sentido posible del término.
Y les aseguro que no es un sarcasmo si digo que siempre lo recordaré bailando en torno a una pobre víctima a la que le va a cortar la oreja mientras suena, premonitoriamente, Stuck in the middle with you.