Tom Jones, en una imagen de archivo

Tom Jones, en una imagen de archivo VMusic2016 (CC-BY-SA-4.0)

Examen a los protagonistas

Tom Jones

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El tigre aún ruge

El 7 de junio de 1940 nació en un pequeño pueblo de Gales (Treforest, Glamorganshire) Thomas John Woodward, al que más tarde conoceríamos en todo el mundo por su nombre artístico, Tom Jones (hay quien dice que, en homenaje al protagonista de la novela de Henry Fielding, aunque Jones era el apellido de su madre).

Su paso por la escuela no fue especialmente memorable y es de suponer que su padre, minero, no le diera mucha importancia al tema, al haber dado por supuesto que su vástago también acabaría bajando a la mina. Nada más lejos de la realidad. El chaval empezó a cantar en fiestas familiares, formó un grupo que no llegó muy lejos, tuvo la suerte de que se fijara en él un cazatalentos (que se convirtió en su manager), se convirtió en cantante solista y, gracias a su chorro de voz y a su presencia escénica, que enloquecía a las mujeres (lo recuerdo por la tele con un pantalón marcando paquete que parecía a punto de estallar en cualquier momento y dejar tuerta a la fan a la que le acertara con la bragueta en la cara), se lanzó a encadenar hits, y así ha llegado a los 85 años, hecho un potro. O un tigre.

Durante mi última infancia y mi primera adolescencia, recuerdo que no acabábamos de considerar a Tom Jones uno de los nuestros. Los nuestros, para entendernos, eran los Beatles, los Stones y los Kinks. Al pobre Tom lo veíamos muy mayor y un pelín rancio, siempre con su esmoquin, su pajarita y su camisa con chorreras (aunque lo preferíamos al otro baladista estrella de la época, aquel cursi que se hacía llamar Engelbert Humperdinck: si ibas a casa de un amigo, sus padres solían tener discos de los dos, lo cual contribuía a nuestro rechazo).

A mediados de los 70, directamente, le dimos por muerto, aunque le reconocíamos temazos como It´s not unusual (1965) u Operación Trueno (1966, la mejor canción de toda la saga Bond). Tom contribuyó a ello perdiendo fans y ventas durante la segunda mitad de esa década, tal vez porque ocupaba un terreno de nadie a medio camino entre el pop y Sinatra.

La decadencia se acentuó en los años 80, pero a principios de los 90, el tigre de Gales (como se le conocía desde el principio) volvió a la carga y regresó a las listas de éxitos. Fue fundamental para ello su espléndida versión del Kiss de Prince, que causaba mayor impresión cantada por un grandullón sexy como Tom que en la grabación original del tirillas de Minneapolis (lo mismo sucedió, en mi opinión, con Nothing compares to U, en la versión de la malograda Sinead O´Connor).

A partir de ahí, Tom Jones se convirtió en una estrella transversal, uniendo a varias generaciones. Los niños de los 60 ya no lo mirábamos por encima del hombro: el señor Woodward había vuelto por la puerta grande a la música pop. Y cuando lo vimos en la película de Tim Burton Mars attacks haciendo de sí mismo, todos llegamos a la conclusión de que era el puto amo (menos Oscar Puente, que reservaría ese título para su amo y señor).

Tom Jones tiene 85 años y continúa actuando y grabando. Todo el mundo lo respeta y aplaude sus versiones (a destacar la de Burnin down the house, de los Taling Heads). Happy birthday, mr. Jones!