Brigitte Macron
¡Me tienes harta, Emmanuel!
Todo está preparado en Vietnam para la visita del presidente francés. Se le ha colocado la escalerilla a su avión y se espera que salga en compañía de su esposa, Brigitte (Amiens, 1953). Aparece el hombre y saluda, pero parece que algo le retiene y le impide enfilar la escalerilla. Se divisan al fondo unas mangas rojas de las que emergen unas manos con las uñas por delante. ¿Es posible lo que estamos viendo? ¿La está emprendiendo a sopapos la primera dama de Francia con su augusto marido?
Hasta ahora, lo máximo que habíamos visto en cuestiones conyugales peliagudas entre grandes líderes y sus parientas era la actitud distante de Melania Trump cada vez que debía compartir con el Donald algún acto público. Esa distancia. Esa cara de ni te acerques, que ya sabes que soy incapaz de tocarte ni con un palo. Ese sombrero de ala ancha que impedía besarla, aunque fuese en las mejillas…
A posteriori, Emmanuel Macron trató de quitarle hierro al asunto aduciendo que Brigitte y él, simplemente, estaban de guasa en el avión y el cachondeo había llegado hasta la portezuela del aparato. ¿Serían así realmente las cosas u ocultaba Macron la triste realidad de que tal vez la discusión había empezado en pleno vuelo y no había concluido con el aterrizaje? Dado mi peculiar carácter, esta es mi versión favorita. Pero, claro, cuando estás de visita oficial, no puedes explicarle a la gente que una pareja presidencial no deja de ser una pareja humana, por lo que no está exenta de las habituales tanganas que se producen en la vida conyugal.
Brigitte Macron, con su desacomplejada actitud, ha demostrado que todos somos iguales y que a todos nos pueden pillar en un momento comprometido. ¿Debería haber dejado de abofetear a su marido antes de que las cámaras la enfocaran? La verdad es que los manotazos se llevaron a cabo con una cierta discreción. Puede que otra hubiera esperado a que se la viera por completo, pero Brigitte se conformó con permanecer (casi) fuera de cuadro y reducir su presencia a unas manos/garras que se cebaban con las mejillas de su marido. Fue suficiente: ahí estaba pasando algo.
La opinión general es que se trata de un incidente sin importancia alguna, pero a mí me parece que lo de Brigitte es un gesto democrático (y puede que hasta feminista) que acerca a los políticos a las masas desde una cierta reivindicación de la normalidad. Es decir, si lo majo a palos en casa, ¿por qué no voy a poder hacerlo en Vietnam, aunque esté en el quinto pino y lejísimos del Café de Flore y de Aux Deux Magots?
Hacen falta más gestos como el de Brigitte para que los del populacho nos sintamos más cerca de nuestros políticos y veamos que son gente como nosotros, por mucha pompa y circunstancia que los envuelva. Así pues, animo a Melania Trump a que le arree un buen bofetón en público a su Donald.
Animo a Begoña Gómez a que le dé un capón a Pedro Sánchez por no haberla sacado todavía del marrón en el que anda metida. Animo a todas las primeras damas de este mundo a que compartan con nosotros, el pueblo, los dimes y diretes de su matrimonio. Por la democracia y el Estado de derecho. Y por el feminismo fetén.