Joan Laporta, en un acto del Barça FCB
El FC Barcelona celebró ayer viernes en olor de multitudes la consecución del 28º título de Liga de su historia. Alrededor de 700.000 aficionados disfrutaron en las calles de la ciudad de la rúa de la nueva generación de oro azulgrana que, encabezada por el jovencísimo Lamine Yamal, pisa fuerte y promete muchos más días de gloria para los culés.
Esa talentosa plantilla, y la mano metódica y experta de Hansi Flick como entrenador, han transformado al Barça de arriba abajo, enterrando por completo su dinámica negativa y perdedora de temporadas anteriores. El equipo tiene ya en el zurrón un histórico doblete de Liga y Copa, además de la Supercopa de España -ganadas, estas dos últimas, en la final ante el Real Madrid-. Un éxito inapelable, al que sólo le faltó la guinda de alcanzar la final de la Champions: algo que no pudo ser al serle la suerte esquiva en unas intensas y emocionantísimas semis frente al Inter.
Los culés tienen razones más que sobradas para sentirse contentos: su equipo gana títulos y, además, juega bien. Poco más se le puede pedir. En todo ello hay que reconocerle, también, la parte de mérito que le corresponde al presidente del club, Joan Laporta. A pesar de las dificultades económicas que atravisa el Barça, el dirigente azulgrana ha demostrado acierto en los fichajes, la apuesta por la cantera, y en su proyecto deportivo en general. Enhorabuena a todos ellos.
