Maurici Lucena, presidente y consejero delegado de Aena, en un acto corporativo

Maurici Lucena, presidente y consejero delegado de Aena, en un acto corporativo Cedida / EP

Examen a los protagonistas

Maurici Lucena

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En el anómalo día de ayer, con un apagón prácticamente generalizado en España, los aeropuertos fueron una excepción. Es cierto que hubo caos en los accesos, como también lo es que hubo algunas cancelaciones y retrasos. Es cierto. 

Pero a grandes rasgos, todo un gran aeropuerto como Josep Tarradellas-Barcelona El Prat pudo mantener cierta normalidad y procesar los centenares de operaciones que tenía programadas. O, al menos, la mayoría de ellas. 

Y eso se produjo cuando en tierra firme, la práctica totalidad de la economía paró. El corte eléctrico súbito detuvo toda la actividad industrial, administrativa, de servicios y pública, pero no así las llegadas y salida en El Prat, o la mayoría de ellas. Siguieron con relativa normalidad. 

En una jornada negra, dramática en algunos casos concretos, es de agradecer que Aena tuviera planes de contingencia preparados para afrontar una situación casi inédita. Contrastó la operatividad de las pistas con la situación del transporte terreste, que colapsó hasta casi cero. 

La situación de cuasi normalidad se debe atribuir al gestor semipúblico, que aguantó todo lo que pudo. No fue un día normal, pero lo fue en la medida de lo posible. 

El equipo de Maurici Lucena, presidente y consejero delegado de Aena, cumplió. Habrá peros y quejas, pero las infraestructuras críticas aéreas aguantaron. Como pudieron, pero lo hicieron.