
Gerard Piqué, en un evento de la Kings League KL
Soy un truhán, soy un señor
El futbolista, empresario y jugador de póker Gerard Piqué (Barcelona, 1987) no está pasando una buena racha. Primero le tocó enfrentarse a la ira y el despecho de su ex mujer, la cantante colombiana Shakira, que se vengó de él poniéndolo de vuelta y media en no menos de cuatro o cinco canciones, en un vano intentó de superar a Paquita la del Barrio y su hit inmortal Rata de dos patas. Y luego le cayó encima la justicia por su participación en la Súper Copa de fútbol, sus comisiones y su entrañable amistad con Luis Rubiales, el mandamás del balompié nacional caído en desgracia por un beso intempestivo con una jugadora lesbiana.
Lo de la Súper Copa se está alargando y Piqué sigue metido en embrollos legales. En su última aparición ante la justicia transitó por diversos estados de ánimo. Primero se vino arriba, aseguró que sus comisiones eran lo más normal del mundo, que en su relación con Rubiales no había cometido ningún acto censurable y que, en otro país, en vez de perseguirlo judicialmente, le habrían dedicado una estatua (¿ecuestre, tal vez?). Pero después se vino abajo y acabó llorando. ¿Ante lo que se le venía encima? Pues no sé, la verdad, ya que aún no se conoce muy bien su futuro en sede judicial.
De hecho, no es la primera vez que lo vemos en un juzgado. Igual me estoy liando, pero tengo la sensación de que, últimamente, tenemos a Piqué declarando ante el juez con notable frecuencia. Como jugador, nadie ha tenido una sola queja de él. Pero como empresario siempre se le ha visto caminando por el filo de la navaja, prestándose su actividad a diferentes interpretaciones. Tanto él como su célebre ex mujer parecen gente de moral tirando a laxa: pensemos en la tendencia de Shakira a evadir impuestos en España, conducta agravada por sus declaraciones posteriores, quejándose del, según ella, acoso al que la habría sometido la hacienda española. A Piqué, por su parte, siempre le vemos organizando eventos de esos que dan monises y que se prestan a sobornos y trapisondas (aunque no haya constancia ni de unos ni de otras, más allá de ciertas sospechas), ya sea con el influencer Ibai Llanos o el gañán de los ósculos no solicitados, que ése si tiene un historial de mangancia bastante completito.
Gerard Piqué tiene la especialidad de verse metido en fregados judiciales que se acaban desvaneciendo… Hasta ser reemplazados por el siguiente. O a este hombre le tienen manía los jueces españoles, cosa muy poco probable, o se involucra siempre en unos asuntos discutibles a nivel legal. En cualquier caso, nos hemos acostumbrado a verle ante el juez, clamando su inocencia tras haberse juntado con gente poco recomendable. Ante esta molesta situación (más la actitud de la parienta, que nunca se sabe si ha puesto fin a sus hostilidades o si, simplemente, se está tomando un descanso antes de volver a la carga), es normal que el hombre se nos eche a llorar en el momento más imprevisto.
Para acabar con las visitas al juzgado, tal vez debería replantearse su línea de trabajo. En cuanto a los dardos musicales de su ex mujer, paciencia, que no lo veo recurriendo a un sicario colombiano para hacerla callar.