
Entrevista a Albert Serra Barcelona
En este país, si dices que te gustan los toros corres el peligro de que te expulsen del frente progresista. Y de que te insulten, como les ha pasado a amigos míos que solo pretendían ver una corrida en paz y se han topado con gente que les llamaba asesino e hijo de puta.
Un creador que se interese por la tauromaquia es sospechoso de ser un insensible, un rancio y, desde la óptica catalanista, un españolista. Por eso rodar una película sobre el mundo del toreo (y decir que el torero te parece un héroe) entraña sus riesgos. Riesgos que a Albert Serra se la sudan, como demuestra su Tardes de soledad y las declaraciones que ha hecho al respecto.

Barcelona
No contento con eso, nuestro hombre ha aceptado un premio de tauromaquia creado por el PP después de que el gobierno excluyera a los toreros de los premios nacionales de Cultura. Puede que otro hubiese rechazado el galardón argumentando que no quería saber nada con la derechona, pero el señor Serra pasó de todo, lo aceptó y se quedó tan ancho.
Albert Serra siempre se ha distinguido por hacer lo que le salía de las narices y por emitir opiniones radicales que no le sentaban bien a todo el mundo. El hombre disfruta de una autoestima exagerada que le lleva a considerarse el mejor cineasta del mundo y el que venga atrás que arree. Confieso que a mí me ha sacado de quicio en ocasiones por su manera tan desabrochada de ir por el mundo, pero con Tardes de soledad me ha fascinado, más que nada porque no hay colectivo más latoso que el de los antitaurinos y todo lo que sirva para chincharles cuenta con mi apoyo más entusiasta.
Que conste que hablo de su película como gesto, ya que no la he visto, aunque puede que me la trague cuando llegue a las plataformas. En Serra hay que distinguir la actitud, a veces irritante, pero muy peculiar en los tiempos que corren, y la obra, que no conozco muy a fondo. De hecho, lo único que he visto de este hombre son veinte minutos de Honor de cavalleria: en el momento en que Don Quijote le dice a su escudero "Deixa-ho córrer, Sancho" (o algo parecido) decidí poner fin al aburrimiento que me embargaba y me puse a ver otra cosa. De sus siguientes películas me mantuve a una prudente distancia.
O sea, que lo que defiendo es su actitud. No soy un devoto de los toros, pero creo que es un espectáculo muy antiguo con todo el derecho a sobrevivir en nuestros tiempos.
En las corridas, los únicos muertos se dan en el ruedo: generalmente palman los astados, y a veces los matadores. Nunca ha habido muertos entre el público, mientras que en el fútbol sí los ha habido (recordemos lo del estadio de Heysel).
Creo que defender la tauromaquia, aunque no se forme parte de la afición, es una muestra de civilidad y de tolerancia. De ahí que la actitud del señor Serra me parezca digna de encomio. En una época en la que hay que pedir perdón por todo, encuentro liberador que un artista se oponga a la corriente dominante y alabe una actividad demonizada por el pogresismo idiota que nos oprime.