Hay que decirlo claro: Barcelona no ha atajado la violencia contra los vigilantes de seguridad del Metro porque los ve prescindibles. Tanto TMB como el Área Metropolitana de Barcelona han contemporizado con la violencia y las agresiones en el suburbano porque no lo tienen como prioridad en su gestión. Gastar equis dinero en personal y equipos no vende, no es atractivo.
No se puede presentar como un gran éxito a tu Administración propietaria, ni a los ciudadanos. Reforzar la vigilancia y la seguridad podría haber sido una prioridad, y no ha pasado. En la última licitación de protección, TMB aumentó horas y cobertura, pero no incorporó sprays de vigilancia, como explicó este medio.
De aquellos polvos, estos lodos, podrán interpretar algunos. Lecturas aparte, lo factual es que los sindicatos llevan años denunciando inseguridad en la red subterránea de transporte urbano; la última vez, el pasado 30 de diciembre. Veinte días después, una riña multitudinaria ha terminado con uno de ellos sin ojo.
Hay que recordar una obviedad: el Metro de Barcelona debería ser un transporte seguro para todos y todas, también sus trabajadores. Y, en estos momentos, no lo es. Túneles, vagones y andenes acogen situaciones estrambóticas, como el hecho de que una cazacarteristas tenga que perseguir a los cacos para que paren de desplumar al pasaje durante un rato.
Y que el empresario José Elías se una temporalmente a la misión.
O que sea escenario de las más abyectas agresiones a los vigilantes que intentan impedir el incivismo o el fraude, como la de un fin de semana atrás.
No se puede poner a un vigilante en cada esquina o estación, es evidente. No se puede bunkerizar miles de kilómetros de red de Metro y operar una política à la Rudy Giuliani en los apeaderos.
Pero lo que es evidente es que, por ahora, los vigilantes de seguridad están destinados a ser el saco de boxeo de los vándalos bajo tierra. Salvo que se les proteja, se les equipe adecuadamente, se los movilice con equipos suficientes y se les ampare cuando los agreden. Nada de ello se ha hecho hasta ahora.
Si no lo han hecho ya, TMB y el Ayuntamiento de Barcelona deberían arropar al vigilante agredido, y personarse en la causa. Deberían trabajar para que no volviera a suceder, y el caso quedara en una lamentable anécdota.
Pero todos sabemos que no pasará, porque la seguridad no es la prioridad de TMB. Tiene otras, muy respetables, pero otras.
Mientras, lo que quedará es la sensación de que el Metro para ir a trabajar, a estudiar o a los quehaceres cotidianos se ha convertido en antipático, y que un vigilante ha perdido un ojo que no recuperará.