El cantautor Paco Ibáñez, en concierto en el Palau de la Música de Barcelona

El cantautor Paco Ibáñez, en concierto en el Palau de la Música de Barcelona Lorena Sopena - Europa Press

Examen a los protagonistas

Paco Ibáñez

Publicada

La gloria de la repetición

Pocos músicos les han sacado tanto jugo a sus canciones como Paco Ibáñez (Valencia, 1934, instalado en Barcelona desde 1994). Acaba de cumplir 90 años y hace unos días actuó en el Palau de la Música para cantar lo de siempre, que es lo que quieren oír sus fans. Sus dos últimos discos, Paco Ibáñez canta a Goytisolo y Fue ayer, datan, respectivamente, del 2002 y el 2003, y tengo la impresión de que, si no pasaron desapercibidos, poco les faltó.

Sus conciertos son como unas misas progresistas y austeras cuyos feligreses quieren escuchar los temas de siempre, los de los años 60, los que ya se saben de memoria. Cada actuación de Paco es como un ritual antifranquista, aunque Franco lleve 50 años muerto. ¿Y están bien esas canciones clásicas? Yo diría que sí.

Paco ha sido objeto de muchas bromas, ha sido calificado de progre cansino y repetitivo (algo hay de eso), ha sido visto como una especie de momia de la era de la dictadura y ha puesto bastante de su parte para que se le considere un fósil de una época remota, pero yo creo que, A galopar, Palabras para Julia o Andaluces de Jaén son unas canciones espléndidas que, eso sí, tal vez dejaron de cumplir su función hace tiempo. Es como si Raimon siguiera cantando Al vent o Dylan Blowing in the wind. Resulta sorprendente la escasa voluntad del señor Ibáñez por incrementar su repertorio, aunque si sus devotos lo que quieren oír es el material de cuando eran jóvenes, ¿quién es él para negárselo?

Voluntaria o involuntariamente, Paco Ibáñez se ha ido convirtiendo en un anacronismo, que no es lo mismo que un clásico, aunque algo de eso tiene también y no se lo vamos a negar. Se pasó décadas sin producir material nuevo y se acostumbró muy pronto a que sus recitales fueran una serie de Greatest hits, siempre lo mismo. Se olvidó de evolucionar, y yo creo que podría haberlo hecho. Ahora, tal vez, ya es un poco tarde y tanto él como sus seguidores ya se apañan con esas misas laicas en que consisten los pocos conciertos que lleva a cabo a lo largo del año.

Tras su etapa gloriosa de los años 60 optó, tal vez, por tumbarse a la bartola durante demasiado tiempo. Y a ejercer de bocazas progresista, con una obsesión especial con el imperialismo norteamericano que lo llevó a no aprender inglés ni que lo mataran.

Es como si llevara décadas intentando revivir los años dorados del París de los años 60. Y puede que haga bien, pues eso es exactamente lo que le piden sus provectos seguidores en sus esporádicos rituales.