Más cara que espalda
Acostumbrados a que la Corea que suele dar el cante sea la del Norte, yo creo que nos ha dejado a todos un poco a cuadros el ridículo sainete puesto en marcha en la del Sur por su presidente, Yoon Suk Yeol (Seúl, 1960), gran gerifalte del PPP (Partido del Poder Popular) que hace unos pocos días tuvo la brillante idea de declarar la ley marcial y planear la detención de políticos que no le caen bien y que, según él, son incluso capaces de recibir órdenes del ladino Kim Jong-un.
Como Corea del Norte es un horror y el país más absurdo del universo, solemos olvidar que en Corea del Sur siempre ha habido una cierta tradición autoritaria que no está actualmente en su momento más álgido, pero que en el pasado ha tenido largas temporadas de intolerancia autocrática rayana en la conducta dictatorial.
De alguna parte ha tenido que sacar el inefable señor Yeol esa idea de bombero de la ley marcial y esos planes de detener a gente que no le cae bien y que, según él, igual está a sueldo del comunismo del semipaís vecino.
El caso es que nuestro hombre no ha podido hacer peor las cosas. Primero da unas órdenes que resulta que son ilegales. Luego las retira. Después pide excusas, como si hubiese tirado una colilla a la calle desde la ventana de su despacho.
El pueblo, que ya debe conocer cómo las gasta, se ha pillado un rebote del quince y ha clamado por su cese inmediato. Parecía que los capitostes del PPP estaban dispuestos a dejarlo caer (¡no era para menos!), y para eso se ha llevado a cabo una moción de censura tras la que los surcoreanos confiaban perder de vista al energúmeno que tenían de presidente.
Ahí estaban, en masa, congregados ante la Asamblea Nacional (o sea, el Parlamento), esperando que la moción triunfara y Yoon Suk Yeol se fuera al carajo o, a ser posible, al talego. Pero resulta que no ha habido quorum y el sujeto sigue siendo presidente de Corea del Sur (por lo menos, mientras redacto estas líneas; igual, dentro de diez minutos, ya no).
Teníamos a Corea del Sur por un país serio, por una potencia industrial que nos vende coches, tiene una industria cinematográfica que no está nada mal (recordemos la oscarizada Parásitos) y consume encantada nuestras deliciosas patatas fritas Bonilla a la vista.
Y ahora resulta que es un sindiós del nivel de su vecino del norte. Como diría Pujol, ni mejor ni peor, diferente. Siendo presidente, mira que es fácil hacer un buen papel cuando el mandamás que tienes más cerca es el Paquirrín de Pyongyang.
Hacer el ridículo como lo ha hecho ese tal Yoon Suk Yeol, del que apenas habíamos oído hablar, tiene su mérito, pero no sé si es lo que necesita Corea del Sur para acabar de convencernos a todos de que no tiene nada que ver con Corea del Norte.