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La actual Indra es radicalmente diferente a aquélla en la que aterrizó Marc Murtra a mediados de 2021. Por entonces, el Estado era el único accionista estable, con menos de un 20% del capital y el otro socio de referencia, Corporación Financiera Alba, preparaba su salida de una inversión puramente financiera. Mientras, su cotización estaba estancada, producto de la acumulación de ejercicios sin dividendos y sin expectativas de crecimiento.
Sin embargo, Indra no dejaba de ser un gigante dormido. Una circunstancia que ha quedado de manifiesto con su despertar. Tres años y medio después de la llegada de Murtra a la presidencia, la compañía cuenta con destacados socios industriales, experimentados contratistas de Defensa que han encontrado en la compañía cotizada un elemento que potencia su valor.
Además, Indra sabe el camino a recorrer gracias a un plan estratégico a medio plazo, que potencia líneas de negocio con gran potencial, como el espacial y el de gestión del tráfico aéreo. Su posición como referente de la industria española en la consecución de proyectos europeos se ha visto reforzada por el incremento del gasto en Defensa acordado por los gobiernos ante la escalada de las tensiones geopolíticas, que han estallado en conflictos como la invasión rusa de Ucrania o los repetidos ataques en la Franja de Gaza.
Una gestión que se ha visto reflejada en la mejora de los resultados, el retorno del dividendo de manera recurrente y la revalorización bursátil, que ha llevado a su capitalización a superar los 3.000 millones de euros por primera vez en su historia. Un éxito en tiempo récord que avala la labor de Murtra y despeja de golpe todas las dudas que despertó su nombramiento.