Escultura a imagen y semejanza de Maurizio Cattelan en el Monnaie de Paris

Escultura a imagen y semejanza de Maurizio Cattelan en el Monnaie de Paris Flickr

Examen a los protagonistas

Maurizio Cattelan

El humorista conceptual

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Hay que ver la que se ha liado con el famoso plátano enganchado a una pared del artista italiano Maurizio Cattelan (Padua, 1960), que, a mí, con perdón, más me parece un humorista y un excéntrico que un artista strictu sensu (lo es, como lo fue Marcel Duchamp y lo fueron otros versos sueltos de la contemporaneidad, pero yo diría que siempre ha mantenido con el arte una relación un tanto oblicua y, sobre todo, muy irónica y con tendencias autocríticas).

Les supongo al corriente de la historia del plátano, pero se la resumo por si acaso: en el año 2019, en el marco de la feria Art Basel de Miami, a Cattelan se le ocurrió clavar en una pared un plátano con cinta aislante y decir que aquello era una obra de arte (nótese la mano de Duchamp y sus ready made). La pieza se vendió por una pasta gansa, pero antes fue ingerida por el artista David Datuna, quien le cambió el título (pasó de Comedian a Hungry artist, o Artista hambriento). Con el paso de los años, el plátano fue cambiando de propietario (la pieza da algo de trabajo, ya que el fruto se pudre y hay que cambiarlo cada tres o cuatro días, no sé si la cinta aislante también, supongo que dependerá de la generosidad o la pulcritud del propietario). Y hace unos días se vendió por la escandalosa suma de más de seis millones de dólares, lo cual motivó todo tipo de indignaciones, alharacas y rasgado de vestiduras por parte de lo más filisteo de la sociedad contemporánea (vamos a ver: si alguien vende un plátano por seis millones de dólares y otro va y lo compra por esa cifra, ¿qué pintamos los demás en esa transacción?).

El escándalo, además, es justamente lo que buscaba el señor Cattelan, que lleva toda su carrera montando estos cirios, que, a mí, con perdón, me resultan muy entretenidos (y me he de conformar en España con las pretenciosas chorradas de Santiago Sierra). Cattelan, a diferencia de ciertos filisteos del arte contemporáneo, no busca coartadas políticas para sus cosas. En su caso, lo que ves es lo que hay: un plátano clavado en la pared con cinta aislante (que le costó 35 centavos en un puesto callejero de fruta en Nueva York a cuyo responsable ya han entrevistado las televisiones de medio occidente, como si él fuese el genuino artista, cuando aquí el único artista es quien se autodefine como tal).

Carezco de espacio para enumerar todas las ideas de bombero que ha tenido el señor Cattelan desde que decidió coronarse como artista. El hombre ha recurrido a la pintura, a la escultura, a la fotografía, a la performance, a la escritura o a una mezcla de diferentes cosas. Y nunca, pero nunca, ha tenido la desfachatez de resultar aburrido. ¿Qué hay quien no lo considera un artista, sino un payaso? Es posible, pero eso, a él, ¿qué más le da?