Que Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) haya entrado en la RAE es algo que me alegra por diversos motivos. Para empezar, porque Javier es un amigo desde que coincidimos en la redacción barcelonesa del diario El País a finales del siglo XX y convivíamos agradablemente en una sección denominada La Crónica. Para continuar, porque me gustan sus libros y aún recuerdo el diagnóstico fatalista que me ofreció de Soldados de Salamina mientras la estaba escribiendo: “Nada, otro ladrillo sobre la guerra civil que no comprará nadie”. Yar, para terminar, porque toda institución en riesgo permanente de apolillamiento, como es la RAE, debería fichar a gente como Cercas, gente que se toma la vida y la literatura lo suficientemente en serio, pero sin sobreactuar. Mientras lo veía por le tele, leyendo su discurso de entrada en tan noble institución, lo notaba incómodo en su traje de etiqueta, como si se estuviera preguntando si realmente hacía falta disfrazarse de pingüino para acceder a la Academia.
Hay un Javier Cercas antes y después de Soldados de Salamina. Antes, el hombre había publicado unas pocas novelas que habían pasado bastante desapercibidas. Y eso se temía que sucedería con la nueva, como me confesó a mí, pero resultó que el éxito de Soldados de Salamina (totalmente merecido, por otra parte, pero eso es algo que no suele tenerse en cuenta en el mundo de las letras) cogió a todo el mundo por sorpresa, especialmente al autor del libro, que pasaba (de sopetón) de autor minoritario a escritor súper ventas alabado por sus mayores (Vargas Llosa se deshizo en elogios). Indudablemente, ese libro le cambió la vida a nuestro hombre, que pudo dejar de dedicarse a la docencia, a la traducción y al periodismo esporádico (que aún practica, pero lo menos posible y como a desgana: lo entiendo perfectamente) para vivir exclusivamente de sus libros (el premio Planeta contribuyó notablemente a esa mejora vital: yo diría que Mendoza y él son de los pocos escritores de verdad que han ganado últimamente ese galardón tan elegantemente amañado).
Empeñado en mezclar ficción y realidad, después de Soldados de Salamina vinieron Anatomía de un instante (2009) o El impostor (2014). En 2019, Cercas se apuntó brillantemente al thriller con Terra Alta, protagonizada por un mosso d'esquadra, a la que seguirían otras dos entregas del personaje, Independencia (2021) y El castillo de Barbazul (2022). Pese a su bienvenida beligerancia contra el procesismo catalán de los últimos años, nuestro hombre, aunque conserva un pied a terre en Barcelona, vive habitualmente en un pueblo de la Cataluña profunda en el que, según me comentó, nunca ha tenido ningún problema con el sector lazi de la población.
Aunque suele andar liadísimo, a Cercas siempre le queda tiempo para echarle una mano a un amigo. Lo pude comprobar hace un par de años cuando le pedí un prólogo para Barcelona fantasma, mi libro de retratos y viñetas de personas y lugares que ya no existen. Creo que abusé un poco de su confianza y que me merecía ser enviado a paseo, pero el hombre me fabricó un prólogo estupendo que nunca le agradeceré lo bastante. Espero que no se aburra en exceso en la RAE y que haga lo posible por alegrar el cotarro con algunas de sus salidas de pata de banco, tan divertidas en su vida cotidiana como necesarias en una institución tan proclive a la tabarra (por lo menos, vista desde fuera) como la RAE.