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Puede que Carlos Arturo Mazón Guixot (Alicante, 1974), actual presidente de la Generalitat valenciana, esté lamentando en estos momentos no haber perseverado más en su vocación musical, que se puso de manifiesto hace años cuando formaba parte del grupo Marengo, con el que intentó representar a España en el festival de Eurovisión de 2011 (sin éxito).
Si las cosas le hubieran salido mejor con la música, puede que no se hubiese metido en el PP, donde se dedicó a medrar sin tasa hasta llegar a presidente de su comunidad autónoma y verse metido en un marrón colosal por culpa de una DANA asesina que no fue muy hábil a la hora de gestionar: tras 200 muertos y más de 80 desaparecidos a causa de las riadas, el hombre no sabe muy bien qué hacer para salvar el cuello y, para colmo, tampoco está muy claro que en su querido partido haya un interés manifiesto en salvárselo (ya se sabe que en esta clase de circunstancias, la figura del que pringa anda siempre muy buscada).
Lo cierto es que desde que se puso en marcha el sindiós de la DANA, lo único mínimamente presentable que ha hecho Mazón ha sido mantenerse al lado del rey Felipe VI (o más bien detrás, usándolo como parapeto contra el lanzamiento de barro), mientras Pedro Sánchez salía por patas tras inventarse un ataque en toda regla del farcihmo contra su augusta y progresista persona, convirtiendo un asco generalizado hacia su gestión política de España (que, en este caso, incluía dejar también tirado al presidente valenciano para que cargara en exclusiva con el muerto de la ineptitud y la incompetencia) en un ataque organizado de la extrema derecha, que no lo aguanta porque es lo único que nos protege a los españoles del farcihmo.
Aunque la colaboración de Sánchez ha sido de gran utilidad para hacer quedar fatal al señor Mazón (“Si quieren algo, que lo pidan”), me temo que éste se las ha pintado solo para meter la pata hasta el corvejón. El día que estalla la tragedia, el hombre se marca un almuerzo de tres horas con una atractiva periodista a la que le propone (sin conseguirlo) la dirección de À Punt, la televisión autonómica valenciana (esto ha indignado especialmente al PSOE, y aunque es normal, lo sería aún más si el gobierno hubiese interrumpido por la DANA el pleno en el que se procedía a renovar el consejo directivo de RTVE, llenándolo de paniaguados del pogresismo socialista y de íncubos puestos por Junts o ERC).
En cualquier caso, el almuerzo debió ser tan agradable que Mazón llegó a su despacho a las tantas, cuando el agua ya se había desmadrado e inundaba varios pueblos. Para acabarlo de arreglar, resulta que la consejera de Interior, Salomé Pradas, desconocía la existencia de un protocolo de aviso a la población por SMS diseñado para situaciones como la de la DANA de marras. No es por hacer demagogia, pero entre uno que se demora comiendo con una señora de muy buen ver y otra que no sabe que dispone de un sistema para ahorrarse bajas, lo cierto es que una gran parte de la comunidad valenciana se quedó totalmente vendida el 29 de octubre.
El espectáculo de incompetencia ha sido a dos bandas, la autonómica y la nacional. Lo suyo sería que aquí pringaran Mazón y Sánchez, pero algo me dice que el primero en palmar será el antiguo componente del cuarteto Marengo: yo de él iría ensayando para una próxima edición de Operación Triunfo mientras Sánchez nos vende su caída como una nueva victoria suya contra la malvada derechona.