Óscar Simón
En cualquier causa judicial, los investigados tienen derecho a defenderse como les plazca, solo faltaría. Les asiste el derecho a la presunción absoluta de inocencia hasta que se demuestre lo contrario, y pueden armar la estrategia de exoneración que deseen, siempre que observen los límites de la ley y la ética.
Ello, la virtud ética, es lo que no están respetando los imputados por el caso ambulancias, una pieza separada del caso 3% de presunta corrupción que se instruye en la Audiencia Nacional y que examina si hubo un amaño al por mayor en el macroconcurso de transporte sanitario de Cataluña de 2015.
El grupete de sospechosos, con el empresario Óscar Simón a la cabeza, han conseguido que el testigo de cargo, con quien comparten abogado en la figura de Jos Prado, culpe a "los sindicatos y a Crónica Global" del escándalo del traslado de pacientes.
Porque delito o no, y todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, lo ocurrido con Ambulancias Egara constituye un escándalo empresarial. Los herederos de la familia Simón, cuyo padre había levantado la firma paciente a paciente y ambulancia a ambulancia, entregaron la empresa a un oscuro grupo de directivos que procedía del Barça y del sector del juego. Lo encabezaban Fermí Ferran y Álex García-Cascón.
Los Mossos d'Esquadra creen probar que les cedieron la empresa porque éstos les prometieron ganar lotes en el concurso celebrado nueve años atrás con el concurso del empresario independentista David Madí, que tenía llegada en la Generalitat de Cataluña. Ellos lo niegan, y solo admiten contactos previos con Madí que, dicen, no llegaron a más.
Pero lo cierto es que Egara, tras ser tomada por los ejecutivos de las apuestas, ha tomado una senda muy discutida en el sector. Basten dos ejemplos: el vínculo de un Mosso investigado por presunto narcotráfico en Lleida, uno de sus tres lotes, o el golpe de estado que dio la empresa en la unión temporal de empresas (UTE) que formó en Aragón para operar el transporte no urgente.
Lejos de proyectar ser una firma amable, que cuide de los pacientes, preocupada por la puntualidad de sus servicios, la preparación de su personal y el confort de sus vehículos, como lo fue históricamente, la nueva Ambulancias Egara ha tomado una senda hacia unos objetivos endógenos, quizá crematísticos, de la que nadie conoce el fin. Y eso es responsabilidad de Óscar Simón, que continúa en la compañía.
Por mucho que se culpe a los sindicatos y a la prensa, ello son hechos indiscutibles que el directivo no puede negar, como tampoco camuflar con cortinas de humo.