Quim Torra
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Quim Torra pasó a la posteridad como uno de los peores presidentes de la historia de la Generalitat de Cataluña. Y parece dispuesto a mantener tan dudoso honor también como expresidente. Si su breve mandato se caracterizó por su sectarismo ultranacionalista, sus salidas de tono y un histrionismo sonrojante, su retiro dorado está siendo más de lo mismo. Torra disfruta de unas prebendas como exmandatario autonómico -sueldo cienmileurista, oficina propia, etcétera- que, visto su historial de deslealtades al Estado, no merecería. Entre ellas, disfruta de un "servicio de escoltas", tal y como ha recordado en las últimas horas para defender a uno de los agentes de Mossos que, presuntamente, colaboraron en la huida de Barcelona del prófugo de la justicia Carles Puigdemont.
Torra se ha permitido enviarle una carta al conseller de Interior de la Generalitat para pedirle que "reconsidere la decisión de suspender de sueldo y empleo" a ese agente de su "servicio de escoltas", al cual define como un "excelente profesional y persona, que estando de vacaciones y fuera de servicio es investigado" por el bochornoso espectáculo, y la posterior fuga, del prófugo.
Al igual que durante su breve mandato como president, Torra no pierde ocasión de sembrar la discordia. Y, como el resto de dirigentes secesionistas, de demostrar cuál es su concepto de la igualdad de todos los ciudadanos ante los poderes públicos, en busca siempre de la impunidad de sus afines.