Se suele menospreciar al culo como órgano pensante, la gente cree que sólo el cerebro posee esta capacidad, lo cual es un grave error. El culo no solo piensa, sino que, a la que nos descuidamos, es capaz de hacernos caer en todos los vicios. Por este motivo, el gobierno, siempre alerta en lo que se refiere al bienestar de los ciudadanos y de sus traseros, va a prohibir la publicidad de alcohol en las sillas de los bares. Dentro de poco serán historia las mesas y sillas con que -sobre todo- las marcas de cerveza obsequiaban a estos establecimientos, puesto que todo el mundo sabe que sentarse sobre la palabra Mahou o Estrella Damm nos empuja a consumirlas. Al sentarnos sobre ella, sin darnos cuenta, nuestro culo va aprendiendo la palabra a fuerza de posarse encima, la va reteniendo y va mandando sigilosamente mensajes al cerebro. "Cuando venga el camarero, pídele una caña", nos aconseja nuestro culo desde su privilegiada posición. De ahí a caer en el alcoholismo hay solo un paso.
Prohibir que la silla luzca publicidad de bebidas alcohólicas evitará que el culo caiga en el vicio. En el del alcoholismo, se entiende, ya que existen otros vicios propios de esta parte de la anatomía con los que el gobierno no se mete, por lo menos de momento, todo se andará. Un culo posado sobre una silla sin mensaje será un culo ocioso, sin nada que leer, no tendrá otra cosa que hacer que pensar en sus cosas y no va a empujarnos a tomar unas cervezas, como ocurre ahora. Un culo aburrido es garantía de tranquilidad para la persona que lo posee.
De todas formas, uno piensa que, ya que el Gobierno acaba de descubrir las cualidades intelectuales del culo, podría pintar en sillas de bares y en bancos públicos consejos como "hacienda somos todos", "no a la violencia de género" o "evite el sol y beba mucha agua en los días calurosos", con los que nos da la tabarra habitualmente. Hay que aprovechar esta novedosa manera anal de mandar mensajes subliminales al cerebro. Si el culo aprende rápido cosas malas como las marcas de bebidas alcohólicas, es de suponer que memorizará también los buenos consejos. El culo lo retiene todo, con perdón, y bien utilizadas sus virtudes por el ministro del ramo, podemos convertirnos en mejores ciudadanos por vía rectal.
Ya Quevedo publicó hace unos cuantos siglos las Gracias y desgracias del ojo del culo, atribuyendo a dicho órgano una serie de cualidades, y asegurando además que es el mejor colocado de todo el cuerpo, justo en el centro. Añadía incluso que el hecho de tener un solo ojo convertía al culo en descendiente directo de los cíclopes, aquellos dioses de la antigüedad. No es de extrañar que, proviniendo de tan alta alcurnia, sea el culo capaz de captar mensajes publicitarios, eso no lo intuyó ni siquiera Quevedo, aunque vaya en su descargo que en el Siglo de Oro la publicidad estaba todavía en pañales.
Antes incluso de que el Gobierno español decidiera poner freno a la publicidad dirigida a las nalgas, uno procuraba sentarse siempre en sillas que no tuvieran nada escrito, puesto que nunca se sabe lo que el culo puede aprender sin que su legítimo propietario se percate. Alguna vez ha sucedido que un despistado se ha sentado sobre un libro y, al cabo de un par de horas, ya se lo había leído sin darse cuenta. El culo te lee lo mismo Cerveza Alhambra serigrafiado en una silla que un par de tomos de la enciclopedia, esas cosas hay que aprovecharlas para instruirnos.
Por si hicieran falta más pruebas que demostraran que un órgano tan injustamente menospreciado es capaz de discurrir, el gobierno español se saca de la manga esta nueva ley que prohibirá la publicidad en las sillas de los bares. Una ley pensada con el culo, para que nos entendamos.