Kamala Harris, vicepresidenta de EEUU / EP

Kamala Harris, vicepresidenta de EEUU / EP

Examen a los protagonistas

Kamala Harris

¡Agárrame a ese fantasma!

28 julio, 2024 00:00

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Como en el Partido Demócrata norteamericano no se le ha ocurrido a nadie en cuatro años buscarle un sustituto razonable al bueno de Robinette, la tarea de enfrentarse a la Bestia Anaranjada le ha acabado cayendo a su vicepresidenta, Kamala Harris (Oakland, California, 1964), quien aún tiene que elegir a su posible segundo de a bordo, que, como ella ya tiene fama de progresista, tendrá que ser alguien menos escorado a la izquierda, pues ya se sabe que en Estados Unidos, en cuanto te descuidas y se te va la mano en el progresismo, te tildan de comunista (recordemos al pobre John Kerry, que se hundió cuando se descubrió que hablaba francés, ya que saber otro idioma que no sea el inglés -y cuatro palabras de español para hacerse con el voto latino- resulta sospechoso de anti americanismo para un elevado tanto por ciento de la población votante).

El segundo presidente de los Estados Unidos, John Adams (que previamente había sido el segundo de a bordo del primero, George Washington) dijo en su momento que no había cargo más inútil en su país que el de vicepresidente del gobierno, pues nadie se entera de lo que haces (en caso de que hagas algo) y solo te tienen por si la palma tu jefe de forma inesperada. Gracias a esa (yo diría que) evidencia, nadie sabe gran cosa de Kamala Harris y su condición presidenciable, más allá de su firme actitud a favor del aborto, que contó con el apoyo de feministas y progresistas en general, pero le ganó el odio de los fans del Hombre Anaranjado.

Apenas le quedan cuatro meses para convencer a sus fellow americans de que constituye una alternativa razonable a Donald Trump, y cuatro meses no dan para mucho. El vice presidenciable del Donald, J. D. Vance, le acaba de echar una mano metiéndose con ella por no tener hijos, mezquina acusación que ha generado un pequeño movimiento a su favor por parte de la gente decente, pero va a necesitar algo más para ganar las elecciones.

Su misión consiste en demostrar, más allá de una duda razonable, que una segunda presidencia de Donald Trump puede ser una catástrofe para los Estados Unidos y para el resto del mundo, algo que uno tiene meridianamente claro, pero que esa gente que llora de emoción en sus mítines ni lo contempla. Harris dispone de muy poco tiempo para mostrar los true colors de la Bestia Anaranjada y dejar meridianamente claro lo que le espera a Norteamérica cómo alcance su segunda etapa de mandamás. Lo primero es encontrar un secuaz que, aunque luego se convierta en un inútil por las obligaciones del cargo (según John Adams), inspire confianza a las personas razonables, caiga bien (frente a alguien como Vance, eso no cuesta mucho) y forme con ella un dúo dinámico que transmita cierta ilusión a los alicaídos votantes demócratas. Se trata de imponer el sentido común en un país dividido y con una derecha extrema y fanatizada, lo cual no va a ser una tarea fácil, pues ya se sabe que el sentido común es el menos común de los sentidos.