Nacho Cano
¿Acosado por el Sanchismo?
14 julio, 2024 00:00Nunca soporté a Mecano. Me consta que tuvieron un éxito descomunal y que vendieron millones de discos, pero nunca logré tomármelos en serio, me parecían una especie de advenedizos de la Movida que escribían canciones tontas con música ratonera y letras bobaliconas que no tenían punto de comparación con las de Radio Futura, La Mode o Siniestro Total. Reconozco que, con el tiempo, aprecié algunos temas del grupo, que siempre solían ser obra de José María Cano; las canciones de Nacho, más simples que las amapolas, fueron (digamos que) evolucionando hacia una pretenciosidad que alcanzó su cima en su carrera en solitario, cuando se hacía aquellas fotos a lo Keith Emerson en las que siempre se le veía descamisado y aporreando dos teclados a la vez.
Tras un breve episodio de pretensión operística con Montserrat Caballé (le conocí en esa época y me pareció un tipo encantador que, además, escribía unas columnas buenísimas para el suplemento dominical de El País), José María se decantó por la pintura, se instaló en Londres (si no me equivoco, en una casa que había pertenecido a Lewis Carroll) y se fabricó una carrera artística discreta y rentable, absteniéndose de declaraciones, entrevistas y performances para hacerse el interesante. Su hermano se quedó en Madrid fabricando sus pomposos instrumentales, disfrutando de generosos royalties (por más que me sorprenda, Mecano lo petó en España y en toda Sudamérica) y metiéndose en proyectos cada vez más caros y ambiciosos, del que la opereta Malinche es el último ejemplo.
Hace unos días, Nacho Cano (Madrid, 1963) tuvo problemas con la policía por supuestas irregularidades laborales en las representaciones de Malinche. Aunque las cosas aún no se han aclarado del todo, parece que tenía empleados a un montón de mexicanos en situación ilegal trabajando por cuatro duros y viviendo en unas condiciones digamos precarias, y que una de sus empleadas lo denunció en comisaría. Luego vino la detención y la división de la opinión pública española en dos sectores irreconciliables: la izquierda lo consideró un explotador y la derecha salió en su defensa asegurando que el régimen comunista que sufrimos en España lo estaba acosando por su condición de ayuser. Y a esta teoría contribuyó notablemente nuestro hombre con unas desafortunadas declaraciones en las que aseguró sentirse perseguido por el sanchismo y ser la nueva víctima colateral del asco que la pseudo izquierda en el poder experimenta por su amiga la presidenta de la comunidad de Madrid.
Yo creo que le habría salido más a cuenta no decir nada o dar explicaciones de lo sucedido, más allá de que la denunciante tuvo que ser despedida por “tóxica”. Vamos a ver, yo me creo que el sanchismo le tenga manía por ayuser y aproveche cualquier oportunidad para ir a por él (algo que no debería suceder, como tantas derivadas del gobierno que preside ese hombre profundamente enamorado de su esposa y de su sillón). Pero no era necesario insultar a la policía (que, según él, venía a ser como la Stasi) ni declarar que si aparecía su cadáver en una cuneta, ya sabíamos quién sería el responsable: los millonarios que se hacen las víctimas nunca resultan muy creíbles.
Personalmente, creo que aquí lo de menos es si Nacho es un explotador o un aspirante a "cancelado". Eso ya lo decidirá la justicia. Pero ese rol victimista y melodramático que se ha adjudicado resulta ligeramente ridículo. También a mí me da grima el actual Gobierno español, pero no creo que se pueda afirmar alegremente que vivimos bajo una dictadura capaz de sembrar de disidentes muertos las cunetas de nuestras carreteras.