El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, posa con su cartera en la escalinata de La Moncloa.

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, posa con su cartera en la escalinata de La Moncloa.

Examen a los protagonistas

Ernest Urtasun

12 mayo, 2024 00:00

Para la cultura, cualquiera vale

A diferencia de lo que ocurre en el país de Bernard Pivot, el Ministerio de Cultura no es en España una prioridad de ningún Gobierno, sea éste de izquierdas, de derechas o de centro. Es como una formalidad que los políticos deben cumplir para que no los tilden de cenutrios, pero la cumplen de cualquier manera, a veces obedeciendo a criterios que tienen más que ver con la necesidad de satisfacer a un socio con un cargo menor que con el genuino amor a la cultura. He llegado a la conclusión de que lo de Jorge Semprún como ministro de cultura fue un error del PSOE, como quedó claro con la tirria que le profesaba al escritor ese gran intelectual sevillano que es Alfonso Guerra.

El actual ministro del ramo, Ernest Urtasun (Barcelona, 1982), es un claro ejemplo del reparto de prebendas del partido mayoritario en el gobierno entre unos socios a los que solo se soporta para no perder la mayoría parlamentaria. El PSOE tenía que echarle algo a Sumar y, desde luego, no iba a ser el ministerio de Economía, que a saber qué hacían con él esa pandilla de bolcheviques. Y así fue cómo le cayó el cargo al amigo Urtasun, de profesión economista y diplomático, cuya relación con el mundo de la cultura, que no digo que no exista, no era conocida por el común de los españoles (el nombramiento y cese exprés de Máximo Huerta ya fue un buen ejemplo de la importancia que Su Sanchidad le concede a la cultura).

El señor Urtasun es un comunista de buena familia que pasó por Catalunya en Comú antes de pasarse a Sumar porque intuyó acertadamente que se podía medrar más con Yolanda Díaz que con Ada Colau. Desde que tomó posesión del cargo, su especialidad han sido las ideacas presuntamente progresistas. Primero se hizo el indigenista diciendo que a ver si nuestros museos devolvían a sus países de origen las obras trincadas por derecho de conquista (si eso cundiera en el Reino Unido, el British Museum se iba a quedar vacío) y luego se cargó el Premio Nacional de Tauromaquia instituido por Rodríguez Zapatero en el año 2011. A mí no me parecen las dos principales prioridades de la precaria cultura española, pero para alguien que quiere situarse a la izquierda del PSOE (que cada día es más de derechas, según Jéssica Albiach) resultan muy lógicas, pues anteponen las urgencias (u ocurrencias) políticas a la necesaria ordenación de nuestro panorama cultural. Ambas son muestras de buenismo propias de esos iluminados de la izquierda empeñados en salvar a los españoles de sí mismos. Ya hablaremos algún día de cultura en general pero, de momento, como decía la canción, Dale tu mano al indio, dale que te hará bien y acabemos con el (presunto) maltrato animal que viene con la tauromaquia. Total, según Urtasun (y tiene razón), los toros cada vez interesan a menos gente y han sido sustituidos por el fútbol en el campo del entusiasmo colectivo (como era de prever, algo que se moría solo va a recibir respiración asistida por parte de los ayusers y demás gente de bien).

Ernest Urtasun interpreta el papel que ha elegido: el del comunista con rostro humano que se preocupa por los efectos del colonialismo y de un arte (que no considera tal) en decadencia social. Es quien le ha dado el cargo el que demuestra hasta qué punto se la sopla la cultura.