La proximidad de las elecciones catalanas no justifica los virajes que está llevando a cabo Esquerra Republicana. Su viceconsejero de Estrategia y Comunicación, Sergi Sabrià, lleva semanas en el cargo y ejerce como poli malo de un president de la Generalitat, Pere Aragonès, que lidera el Govern más débil y que se sostiene gracias a los apoyos que ha venido otorgándole el jefe de la oposición y líder del PSC, Salvador Illa, y los comunes en los últimos años.
Los republicanos son conscientes de que, para el electorado independentista, no son de agrado sus pactos con los socialistas a todos los niveles: Ayuntamiento de Barcelona, Congreso de los Diputados y, ahora, Parlament. Eso explica el giro de discurso de Sabrià ayer miércoles, asegurando que ERC no hará president a Salvador Illa "en ningún caso".
Estos virajes no son de recibo. Menos aún hacerlos el día después de que Aragonès e Illa se diesen un apretón de manos en el Palau de la Generalitat firmando el pacto para los presupuestos de 2024. Illa ofrece sus votos y, a cambio, recibe el zasca. Pero estas declaraciones no deben sorprender. Y es que cabe recordar que Sergi Sabrià se pasó la campaña para las elecciones de 2021 abanderando un cordón sanitario al PSC.
Así, pues, no vendría mal un poco más de seriedad a los republicanos: empezaron la legislatura contando con el apoyo de Junts y de la CUP y la están terminando con PSC y comunes. Por lo tanto, cabe preguntarse si este argumento es creíble por parte de un partido que ha acabado pactando con los socialistas en varias instituciones. Y, más aún, por parte de un Govern que ha sobrevivido en minoría absoluta por la responsabilidad que han ejercido PSC y comunes, prefiriendo aprobar sus cuentas en dos ocasiones a dejarle caer y precipitar elecciones anticipadas.