Carles Puigdemont
Carles Puigdemont y su partido, Junts per Catalunya (JxCat), han vuelto a mostrarse este fin de semana como un compañero de viaje muy peligroso para el Gobierno de coalición de PSOE y Sumar. Apenas unas horas después de la reunión en Suiza con los socialistas, el expresidente de la Generalitat fugado se despachó con una displicente andanada contra los males que aprecia en la "cultura española". Un mensaje supremacista y desafiante al cual se sumaron otros desde su formación, donde se insiste en acusar de "lawfare" al Poder Judicial y presumir de su desmedida influencia "en Madrid".
La "concordia" y el "reencuentro" al cual tanto alude el Gobierno de Pedro Sánchez para justificar sus acuerdos con los partidos secesionistas catalanes continúan brillando por su ausencia por parte de estos últimos. Y otro tanto ocurre con su absoluta falta de arrepentimiento ni propósito de enmienda, pues a día de hoy, Junts y ERC siguen sin pedir disculpas a la ciudadanía no nacionalista por el golpe que protagonizaron en 2017 y sus derivadas.
Al mismo tiempo, sorprende que Puigdemont intente presentarse ahora como el adalid del pacto y la concertación tras más de un lustro tratando de bloquear la gobernabilidad desde su bochornosa huida de la justicia. Que lo haga, además, prodigándose en reproches y en su visión distorsionada y desdeñosa de España ya es de traca.