Alba Vergés
Cómo estirar más el brazo que la manga
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La expresión catalana “estirar más el brazo que la manga” (ignoro si se usa en el resto de España) sirve para definir a aquellos que viven por encima de sus posibilidades o que, como es el caso que nos ocupa, toman decisiones creyendo que les favorecen ante sus jefes y que a veces se les vuelven en contra. Fijémonos en la antigua consejera de Salud de la Generalitat de Cataluña, Alba Vergès. Cuando ocupaba el cargo, tuvo que pechar con la pandemia del coronavirus y afrontar, entre otros temas, el de la necesaria vacunación de los cuerpos y fuerzas de seguridad de la zona. Como ustedes recordarán, los miembros de la policía nacional y de la guardia civil se convirtieron en los últimos de la fila mientras los Mossos d'Esquadraeran prontamente atendidos. La cosa generó cierto revuelo, pero acabó olvidándose, o eso parecía. Ahora han aparecido unos inoportunos mensajes de Whatsapp en los que la consejera del ramo, Alba Vergès i Bosch (Igualada, 1978), se muestra partidaria de retrasar la vacunación de maderos y picoletos ad calendas grecas con la excusa de que antes había que atender a la población de más edad (aunque en los mossos no regía el edadismo), una excusa que no había quien se creyera, y la judicatura, menos que nadie, pues es de sobras conocida la hostilidad que generan en el lazismo las consideradas fuerzas de ocupación. Pasados unos pocos años de la pandemia de marras, algunos jueces pretenden empapelar a la señora Vergès por su discutible actitud del momento.
Como era de prever, han salido raudamente en su defensa el consejero de Interior y tránsfuga del PSC, Joan Ignasi Elena, y el mismísimo presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, más conocido como El niño barbudo o, en vernáculo, El petitó de Pineda. En la consejería de salud, mientras tanto, unos se echan la culpa a los otros y todo el mundo intenta salirse de rositas. Para el lazismo se trata de una nueva muestra de la represión del vil estado español sobre los pobres e inocentes independentistas, pero a algunos jueces (y a muchos de nosotros) les parece que la decisión de demorar todo lo posible la vacunación de policías y guardias civiles obedecía a motivos políticos de esos que tanto les gustan a los indepes porque resultan difíciles de demostrar. Mi teoría sobre la gallarda defensa de Elena y Aragonès es que ambos están de acuerdo en que había que jorobar todo lo que se pudiera a las fuerzas de ocupación, pero a los jueces les tocará probarlo más allá de una duda razonable.
El muerto le ha caído encima a Alba Vergès porque era la responsable de Salud cuando ocurrieron (o más bien no ocurrieron) los hechos. Ante la inadmisible presión española, polis y guardias acabaron siendo vacunados, si bien tarde y como a regañadientes. Y ahora le toca pagar el pato a la señora Vergès, que no se ustedes, pero yo creo que se le está poniendo cara de chivo expiatorio. Si tomó la decisión que tomó fue para hacer méritos con el régimen y sabiendo que estaba protegida por sus superiores, que ahora se hacen el sueco, fingen una indignación supina ante las dudas sobre su honorabilidad y ponen cara de yo-no-fui (Rubén Blades dixit).
La justicia es lenta, pero segura. Probablemente, Alba Vergès no se esperaba la aparición de esos comprometedores mensajes de Whatsapp (que habrá que ver quién ha filtrado y por qué). Pero si se practicó una denegación de auxilio por motivos patrióticos, esa señora con permanente cara de pasmo puede acabar pagando los platos rotos. Tal vez debería haber mostrado mayor prudencia en vez de alargar más el brazo que la manga.