Rosa Peral
Criminal con derecho de veto
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En España pasan cosas muy curiosas. En estos momentos, el próximo gobierno depende de un enemigo del estado, por ejemplo. Y una mujer condenada por asesinato pretende vetar la emisión de una película basada en sus peculiares andanzas. Se trata de Rosa Peral, femme fatale de barriada con tendencia a los métodos expeditivos para solucionar sus problemas que hace unos años se hizo célebre en el marco del llamado caso de la guardia urbana, cuando la susodicha eliminó a uno de sus dos amantes, en complicidad con el otro, para hacer desaparecer de su vida a quien se había convertido en un sujeto molesto. Lo hicieron todo tan mal y de forma tan chapucera que los pillaron ipso facto y ambos están en la cárcel, donde la señora Peral ya se las ha tenido con unas cuantas internas porque, aunque esté entre rejas, sigue siendo de armas tomar. En el poco estimulante mundo de la Guardia Urbana de Barcelona, el caso Peral fue toda una novedad que captó de inmediato el interés de la prensa (hasta se llegó a escribir un libro al respecto que no estaba nada mal, por cierto) y que, recientemente, dio origen a una producción que Netflix pensaba estrenar en breve, con Úrsula Corberó en el papel de la expeditiva agente del orden.
Desde su estancia a la sombra, Rosa Peral ha puesto mala cara ante la adaptación de sus hazañas afectivo-criminales y exige ver la película, cuyo título es El cuerpo en llamas, para decidir si da su consentimiento para que se emita o si, por el contrario, se siente vilipendiada y le da por secuestrarla para que no la vea nadie. Que en plena condena te preocupe tu imagen pública tiene narices, pero aún me parece más grave que una condenada por asesinato se crea con derecho a opinar sobre lo que el mundo del espectáculo hace con sus peripecias vitales (vitales para ella, mortales para los demás). Cabe la posibilidad de que El cuerpo en llamas no valga un pepino, pero aquí no estamos hablando precisamente de cinefilia. Hay cientos de películas que empiezan con la frase Basada en un hecho real, y si ese hecho real es un crimen, dudo mucho que el criminal al que se retrata tenga derecho a discutir la manera en que se hace.
No sé cómo terminará esta historia, pero no me parece que el derecho de veto le corresponda a alguien que ha matado a otra persona y sobre cuyas andanzas se construye una ficción audiovisual. De momento, a Rosa Peral no se le ha ocurrido pedir dinero por sus derechos de imagen, pero eso es algo que no es del todo descartable.