Todo por un sueño
Como no se ha facilitado su identidad, no podemos saber cómo se llama esa mujer que se hacía pasar por médico y que ha sido detenida recientemente por la policía, que la ha puesto en libertad tras retirarle el pasaporte y obligarla a presentarse ante el juez cada equis días. Es la Doctora Fantasma que se ha hecho célebre estos últimos días por haber ejercido (o aparentado ejercer) un oficio para el que no tenía preparación alguna: con el número de otro colegiado, ha estado elaborando informes sobre asuntos de los que no tenía ni idea y recetando medicamentos cuyas consecuencias tampoco tenía muy claras. La pillaron en el Hospital de Berga, donde llevaba haciendo como que ejercía la medicina desde diciembre del 2022. Luego se ha descubierto que, previamente, había pasado por una clínica de Girona, por la Dexeus de Barcelona y por un hospital de Vic, del que fue despedida a los diez días por su manifiesta incompetencia. Le bastó para acceder a esos cargos el número de un médico de verdad y unas fotos luciendo bata blanca. Y hacer muchas preguntas, táctica ingeniosa que ayuda a hacer pasar por curiosidad lo que es mera ignorancia. ¿Y por qué lo ha hecho? En esa pregunta sin respuesta es donde uno encuentra lo más fascinante de la situación.
Sin poder evitarlo, me imagino a la Doctora Fantasma como al personaje de un thriller de Ruth Rendell o Patricia Highsmith, como alguien obsesionado por la medicina que, por el motivo que fuese, nunca pudo estudiar lo que más le interesaba en este mundo. Yo diría que estamos ante una variante médica de aquel señor que presidía la Amical Mauthausen y nunca había estado en un campo de concentración nazi. O de la inefable Tania Head, que no se llamaba así y era una chica catalana a la que le dio por decir que el novio que no tenía había muerto en el atentado yihadista contra las Torres Gemelas de Nueva York. Estamos, yo diría, ante una nueva versión del síndrome del impostor, pero sin el componente de supuesta víctima al que se suele recurrir últimamente para darse aires: la Doctora Fantasma no quería ser una víctima, sino la persona que salvara a las víctimas de alguna enfermedad. Tenía todas las ganas de hacerlo y ninguno de los conocimientos requeridos para ello.
La Doctora Fantasma me inquieta y me fascina. Espero que su historia no se olvide en cuatro días y que tengamos la oportunidad de oírla explicarse. Hay, sin duda, una perturbación mental en la interfecta. Pero los perturbados suelen ser estupenda carne de documental.