Es cierto que la Generalitat no tuvo ni voz ni voto cuando el Gobierno anunció que levantaría las barreras de peaje en toda la AP-7. Asumió la gestión del tráfico de la autopista del Mediterráneo sin esperarlo, cuestión que debería ser aplaudida por parte del Ejecutivo catalán independentista que no para de exigir el traspaso de competencias, como la gestión de Renfe.
Por eso no se entiende que, cuando la vía se ha convertido en una ratonera cada día del año, el director del Servei Català de Trànsit (SCT) se limite a asegurar que la Generalitat se limita a hacer lo que puede con las herramientas de las que dispone. Su gestión ha sido nefasta y debe cambiar. Más, cuando un gran número de catalanes va a usar esta autopista para desplazarse hasta el lugar en el que van a pasar las vacaciones.